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martes, 14 de febrero de 2012

Ay!, insensatos...

Por el Tuerto

Si es que, te digo, que lo mejor es no enterarse de la mitad de las cosas que pasan. ¿Quien coños me mandará a mi leer en mis ratos libres?. Tengo colegas, por doquier, que viven de lo más felices en su mundillo opaco, pero, para eso, hay que valer.  Pasan de todo. Cuando llueve, abren el paraguas, si oyen un silbido miran para el lado contrario y no se meten nunca, en casi nada. Sobreviven, no se complican la vida y van a lo suyo, y a lo más, se limitan a marcar su territorio, eso sí, a cara de perro. O sea, annnnnnnngelitos. Sí, angelitos, vale, pero no les hagas cosquillas a deshoras porque te pegan el bocao a la primera, como pises su terreno. Seguro que esa es una opción de lo más sensata. Yo les admiro, porque, si lo que pretendes es vivir tranquilo, relajado y feliz, probablemente esa sea la fórmula adecuada. Ese es, el típico colega al que le dices preocupado, eso de “Oye, que nos quieren hacer... que dicen que va a salir una ley que”... y ves que levanta los ojos por encima de las gafas que cabalgan la punta de su nariz, y entre escéptico y socarrón, te suelta eso de... “¿pero ha salido ya, o no?”... y cuando le dices que “es un proyecto que está en debate, que dicen que”... te corta en seco, con un “pues cuando salga, hablamos”. Lo jodido, claro, es que cuando aparece en el BOE,  la cosa ya no tiene remedio, su disgusto es tardío y no hay marcha atrás que valga, así montes la de San Quintín. Eso sí, entonces se coge un cabreo del requetecopón, que para lo único que le vale es para ir acumulando amarguras profesionales, y al final, termina con un burnout de los de libro y sobrelleva su profesión como un arrastrao, lleno de desencanto y sin ilusión alguna. ¿Será ese nuestro colectivo destino?. No el mío.
Pero claro, uno es como es, te gusta leer, estar más o menos informado de lo que sucede en el submundillo profesional, tomarte las cosas en serio, con ilusión casi infantil, y estás empeñado en que las cosas se pueden hacer, muchas veces, mejor de lo que las hacemos todos los días. Y bueno, pues no sé qué será peor, porque te coges cada rebote, que terminas hasta los mismísimos de leer tantas tonterías. Y te rebelas, porque te duelen, aunque en tu fuero interno sepas que tus rabietas de poco valen. Bueno, al menos, si descargas tu cabreo, corres menos riesgo de que las coronarias te la jueguen el día menos pensao. Si es que no es para menos, hombre. Como hoy, cuando leo algo de la futura Ley del Medicamento, esa del rimbombante título de “Ley de Garantías y Uso Racional de los Medicamentos y Productos Sanitarios”. A propósito: ¿porqué cada palabra empieza por mayúscula?. Por ahí empiezan las tonterías, como las de ese otro pollo, que tiene por circunfleja hasta el alma, amén de las cejas, que sale con lo de “los vascos y las vascas”,  y a este paso, nos terminará contagiando...
Bueno, pues nada, que te decía que hoy, voy y me desayuno con lo de que CiU, apoya en una de sus enmiendas a dicha Ley, la posibilidad de la prescripción de fármacos por el personal de enfermería. Y todos los implicados, a aplaudir con las orejas, y el primerito, el Presidente del Consejo General de Enfermería. Normal. (¿?).
Y resulta que corro a la ventana y, por más que miro, pues que no veo que se hayan rasgado los cielos ni la tierra, la gente camina normal por las aceras, no los veo llorando de rodillas contra la pared, como era de esperar, ni veo confesores con la estola al cuello, que no den abasto por despachar a las filas que se les deberían estar formando a las puertas de las iglesias. Todo parece transcurrir en paz, y hasta la gente, distraída, mira los escaparates tan tranquila. Corro al ordenador, y las últimas noticias no hablan de ello, y en la tele, siguen con la misma telebasura de siempre. Y por más que muevo el dial de la radio, nada, que no ponen música sacra. Ay!, insensatos... si supieran la que se les puede venir encima... o como decía una vecina, resalá donde las haya... “pero cuánto innnorante hay en la viña del Señor...”. Y nada, que cuando bajo a la calle, veo que la portera todavía no se ha ido a confesar. O sea, de coña, tú. A pesar de las barrabasadas que se están tramando, la vida sigue igual. Increíble. Si es que vivimos en un país folk total. España, sin la peineta, ya no es lo que era, te lo digo yo. España is not Spain. Anda, entiéndelo.
Pero vamos a ver, cafres-del-mundo-unidos... pero vamos a ver, insensatos... ¿cual es vuestra tara?, porque digo yo que alguna tendréis que tener para proponer eso... ¿subirías a tu madre al avión que va a ser pilotado por la azafata, cacho loco?... hombre, si la odias a muerte, tu mismo, pero yo, que la quiero mucho, a mi Purita, ya ves, no la montaría ni de coña. Pues como que no, vamos, que ni se me ocurriría. Pues esto, no es que sea igual, que va, que esto es mucho peor, colega... A ver, sensatez.
Ya escribí en su día, en esta misma revista, aquello de “Zapatero, a tus zapatos”... que no, coño, que no tiene nada que ver con ZP, quieto parao, que por aquel entonces, ni soñaba con llegar a la Moncloa, que el artículo iba de lo de la propuesta de la consulta de atención farmacéutica, hombre... (Si lo quieres leer, está enhttp://www.semg.es/revista/revista_50/pdf/dedo_ojo.pdf). Entonces, me metía a saco con la posible prescripción y consulta de atención farmacéutica, que veía como ilógica, absurda e ilegal, porque ellos, no están para eso. Bueno, pues si eso decía de los Farmas, que tienen, sin duda, una capacitación que nadie niega, pues imagínate lo que puedo decirte de los Dues.
Por derecho te diré, que el que sugiera o proponga, la posible autorización al personal de enfermería para que prescriba fármacos, es que está de los nervios total. Vamos, como de encierro y camisa con correas. No, no exagero ni un ápice. Mira, resumidito y claro.
La prescripción de un fármaco es, necesariamente, uno de los peldaños finales de la larga escalera, que el médico, y sólo el médico, pude, debe, sabe y está autorizado a recorrer, por el bien del paciente, en el “acto médico”. Entre otras cosas, porque si lo pudiera llevar a cabo un albañil, un suponer, se llamaría “acto de albañilería”. Pero no, ya ves, por que si así se llama, “acto médico”, es de cajón, es porque sólo puede llevarlo a cabo un médico. Y, naturalmente, sólo después de haber realizado la anamnesis, exploración, interpretación de pruebas complementarias, valoración integral del paciente, y de un largo etc., que le conducen a pensar en un diagnóstico de presunción, en el que él y sólo él, está capacitado para realizar una correcta prescripción de fármacos, en caso de que fueren necesarios. Y todos y cada uno de esos peldaños, necesariamente, son responsabilidad, indelegable y en exclusiva, del médico. Punto.
El personal de enfermería, está para otros menesteres, tan dignos y necesarios como los que más, sí, pero para otros menesteres. No para los propios del médico. Y ello, no en función de legislación caprichosa alguna, que ponga barreras a unos, y quehaceres distintos a otros. No, no te engañes. Esa legislación, se basa en la capacitación específica de cada grupo profesional. Simplemente. Es decir, en los conocimientos de cada cual, para llevar a cabo unas tareas que le son propias. Unos los tienen, y otros no. Así de sencillo. Yo, por ejemplo, no puedo realizar las tareas de capitán de marina mercante, porque no estoy preparado para ello. Ni la azafata, puede pilotar el avión. Ni el sobrecargo, puede hacer de controlador aéreo en el aeropuerto. Ni el enfermero puede hacer de médico, porque no está capacitado para ello. Si es que es de cajón, coño. ¿Tan difícil es de entender?. Sólo hay que sincerarse con uno mismo, hombre, mirarse al espejo, y ver las propias limitaciones. Y no engañar a nadie. Por eso, sólo por eso, nunca podrá autorizarse tal disparate, mal que le pese al Presidente del Consejo de Colegios de Enfermería, porque los saberes de sus colegiados, en casi nada se parecen a los de los médicos. Son otra cosa. Y para la prescripción de fármacos, hay que saber medicina, mucha medicina. Que sencillo es todo, cuando se quiere comprender, ¿verdad?. Pues parece que no.
Lo que pasa es que, a lo que aquí se juega, es a confundir al personal, empleando palabras, pero retorcidas, alterando adrede su significado real, etc. Por ejemplo, no es lo mismo prescribir, que cumplimentar una receta, que siempre irá, aún en ese caso, la cumplimente quien la cumplimente, avalada por la única firma posible, la del médico responsable, conforme a Ley. Por eso no es de recibo, que se diga que “regular la prescripción de enfermería es sólo normalizar algo que ya se hace”, simplemente  porque es falso, aunque se diga en letras de molde. Lo que si hacen, a veces, los Dues, a falta de personal administrativo auxiliar, es“cumplimentar” la receta, cosa radical y absolutamente distinta a “prescribir fármacos”.
Por eso, me alegro que la SEMG, la SEMERGEN, la OMC, y la Plataforma Diez Minutos, hayan salido a dar la cara para decir... “La enfermería debe dedicarse a hacer lo que está preparada para hacer. Es una profesión de cuidados”... Frase lógica y palmaria, a la que yo añadiría la coletilla... “bajo la indicación y supervisión del médico responsable del paciente”... porque así es y así debe de ser.
Médicos, farmacéuticos, enfermería, auxiliares, celadores, seguridad... formamos un equipo en el que, cada cual, tiene que tener, y tiene, asignadas una serie de funciones específicas y complementarias, orientadas a conseguir, cuanto antes, la recuperación del enfermo. Pero trabajar en equipo, no quiere decir trabajar amontonaos, ni en subgrupos independientes y autónomos, ni entre iguales. Ni mucho menos. Eso sería un pelotón, no un equipo. Así, una vez estudiado el paciente por el médico, conforme a lex artis, y según su ciencia y conciencia, será él y sólo él, el que tomará sus decisiones, razonadas, que sólo a él competen, y que serán llevadas a cabo, coordinadamente, por el resto del personal sanitario, siempre bajo su indicación y supervisión. La propia Ley de Sanidad lo dice: “habrá un médico responsable”... Pues ¿de qué hablamos?. Proponer otras alternativas espurias, es ir contra la lógica, la racionalidad y el sentido común, e insultar a la cordura. No son más, que ganas de marear y de malmeter. Si está clarísimo, hombre... el que quiera tener la capacidad de prescribir fármacos, pues que estudie Medicina y punto. Es la Ley. Y lo contrario, es fraude a la Ley.
Y digo yo que, si a mí como médico, preparado específicamente para ello, me surgen mil dudas, y me recomo y carcomo, y me caliento el tarro, pensando en si esto o lo otro, y me tirita, y me debería de tiritar aún más la mano, al rubricar la receta de un fármaco concreto, que prescribo, para un paciente con cara, ojos y biografía... (a pesar de que lo hago todos los días... y de que, cuanto más sé, más cuenta me doy de lo poco que sé)... ¿que coños se le pasaría por la cabeza a la enfermera que lo quisiera hacer por mi?, ¿que seguridad tendría en la prescripción de lo que ignora?.
Bueno... te diré que, cuando bajaba antes por la escalera, asistí sin querer, no sin sorna, a un tejemaneje en el que la vecina del tercero, exploraba allí mismito, diagnosticaba y rápidamente recomendaba, a la del quinto... o sea, que prescribía la jodía... que fuera a la farmacia a comprarse no se qué porquería para las varices, que las tiene como culebras, trepándole por sus amoratadas piernas.
Pues eso, má o meno. ¿Eso es lo que queremos?. Annnndaaaaa... loco. Me quedé con unas ganas horribles de decirle lo mismito que el del anuncio ese, que es más salao que yo que sé... ese de telefonía móvil...“Brutus, que te veo !!!”.
Si te digo yo, que qué feliz se ha de sentir uno en su ignorancia. Quien pudiera...
“Ay! innorante, innorante”...
En camisas de once varas, no te metas. Ni para dormir, que luego sueñas, y ya sabes aquello de Calderón...“que el hombre que vive sueña, lo que es, hasta el despertar”. Y es que hay despertares... que te devuelven a la realidad, y que son más amargos...
Pues, hala, espabila.




Correspondencia: eltuerto@semg.es
La desazón de Aquilino

Por el Tuerto

Para una vez que puede irse de excursión Aquilino, a Barcelona para más señas, la vida le juega una mala pasada, y le obliga a regresar quince días más tarde que al  resto, y a medio pelar. Y sin apenas conocer la ciudad, con la ilusión que le hacia al hombre. También es mala pata, que para una vez que sale, casi no vuelve.
Aquilino es un hombre calmado, de los que no se asustan por nada. Habla despacio, porque él es así. Me cuenta que, al día siguiente de llegar, lo tuvieron que atender en plena calle los servicios de emergencias, por un dolor abdominal que le apareció de sopetón, así, sin más, y que casi se lo lleva al huerto. Total, que maldita excursión, pero sobrevivió y me lo puede contar. Mientras me va enseñando los costurones correspondientes, lo hace con calma, con una mezcla de exhibicionismo y orgullo, más propia del excombatiente con sus heridas de guerra. Es un hombre parco en palabras y nada tiene que reprochar a los que le atendieron, si no todo lo contrario, que le salvaron el pellejo por pocas. Pero es un hombre sentido, y según desgrana los hechos, intuyo mucha desazón en sus expresiones. Algo le pasa. Le noto tristón. Me trae un montón de papeles para leer, informes de los diferentes servicios y pruebas por las que ha pasado, y me los da como con pena: “Mire usted a ver si entiende algo de lo que me han hecho, porque lo que es yo...ahí no hay quien se aclare”.
En cuanto me pongo las gafas, empiezo a hacerme una idea de lo sucedido. Pobrito. Que si un tromboembolismo mesentérico, que si necrosis intestinal, consentimiento informado, al quirófano, y casi un metro de intestino a hacer puñetas. Que el resultado ha sido bueno, a la vista está. Bueno, eso creo, porque... mi no comprender, colega... mi, no comprender... ¿Que lo qué?. Pues te cuento.
El informe de los servicios de emergencias, garabateado a mano, en catalán. El consentimiento informado, en catalán. Los informes de las pruebas, en catalán. El informe de alta, en catalán. Y la dieta que trae, también en catalán. Curiosamente, los resultados de la analítica al alta, es lo único que no está en catalán, si no en inglés, que el aparatito se conoce que no está traducido, todavía. Todo en catalán menos eso, y la verdad, como no sé para qué coños vale el maldito RDW de la analítica, ni quiero aprenderlo, y es lo único que tiene bajo, pues del resto paso. Logro hacerme una idea aproximada de lo que en los informes se dice, porque hablo francés, portugués y español, con lo que, lo de entender el catalán, salvo palabras muy concretas, no me es muy difícil. Además, lo que no comprendo, lo intuyo en el contexto, o sea, que creo enterarme lo suficiente. Pero le digo que me cuente:
“¿Y qué quiere que le cuente? Si no sé nada... Ellos sabrán lo que hayan hecho, pero decirme, no me dijeron nada. Yo les hablaba, pues mire, como se habla por aquí, y ellos creo que me entendían bien, pero como cuando me contestaban el que no les entendía era yo, pues... bueno a una enfermera sí, que fue la que me dijo eso de, me tiene que firmar aquí que hay que operarle de la tripa. Y luego, cuando me dijo que me iban a dar el alta y que tenía que venir con los papeles a mi medico de cabecera, que él me explicaría. Y otro señor, que no sé si sería médico, que es el que me enseñó como tenía que hacer para respirar bien y no hacerme daño, que ese me fue a ver varias veces. El vecino de la cama de al lado, me dijo que no me preocupara, que allí es así, que él era de Valladolid y llevaba casi veinte años en Barcelona y que era la tercera vez que le operaban, que no me preocupara, que si la cosa se ponía mal, entonces me lo dirían en español, que si no, que tranquilo.”
A pesar del éxito medicoquirúrgico, el trato prestado a mi paciente no es de recibo. Ni serio. Ni humano. Ni tan siquiera cortés. Me imagino al pobre Aquilino, viudo sin hijos,  en su primera experiencia hospitalaria a los 76 años, fuera de casa, rodeado de gente a la que no conoce, sintiendo que está con pie y medio más para allá que para acá, en un entorno extraño, y me da una pena perra... Imagino su desamparo, su aislamiento, su soledad, sin nadie que le dé calor en la lengua que él habla, salvo su vecino de cama de Valladolid, o la enfermera para decirle que firme al pie de un documento que no comprende. Me resulta todo tan sinsentido, tan sin razón, tan absurdo, tan demoledor... Pobre Aquilino. Mi no comprender. Imaginar la escena, me provoca tristeza, y comprendo su desazón. Una gilipollez más, en aras del hecho diferencial. Nos estamos acostumbrando a demasiadas. El, ni protestó, y tenía todo el derecho a montarla, pero no lo hizo. Sólo se entristeció.
En la zona en que trabajo, con frecuencia atiendo en verano a desplazados de Cataluña que están de paso. Y me resulta chocante, lo reconozco, que al niño con anginas, la madre le coaccione a expresarse en catalán conmigo, mientras ella me hace de traductora simultánea, cuando resulta que, a lo largo de la exploración, con paciencia y tacto, y una pizca de cachondeo, no lo oculto, logro sin problemas que el niño hable en español conmigo. Es entonces cuando noto en la mirada de la madre, que si pudiera, en ese mismito momento se me tiraría a la yugular. ¿Porqué irritarse por utilizar nuestra lengua común?. ¿De qué avergonzarse?.  
Hoy leo en el periódico, que la Generalidad de Cataluña ha utilizado las historias clínicas para vigilar el idioma de los médicos y que para ello ha analizado nueve mil documentos contenidos en las historias clínicas de 846 pacientes. Que el 94% de los impresos y formularios internos de los centros sanitarios de Cataluña están escritos en catalán, que el 22.6% de los facultativos rellena esa documentación en catalán, mientras que el 69% lo hace en español, que el 39% del personal sanitario atiende a los pacientes en catalán, y sólo el 77% cambia al español si el enfermo usa ese idioma, y que el 8% de los médicos continúa hablando en catalán aunque el paciente le conteste en español. O sea, lo de Aquilino. Parece ser que, esas cifras, a los guardianes de la causa les disgustan profundamente y van a ponerse a apretar las tuercas a los sanitarios, hasta que les salgan a su gusto.
La Generalidad, si viviéramos en un Estado de Derecho, cosa cada día más dudosa, debería ser llevada, por la oreja, ante los Tribunales por el Fiscal de Guardia porque, para el estudio de esas 846 historias clínicas, se ha pasado por el arco del triunfo, o sea, por el forro de los caprichos, toda la legislación vigente. O sea, el fin, les justifica los medios. Por ejemplo, el artículo 18 de la Constitución, que garantiza el obligado respeto a la intimidad personal. Los artículos 197 y 198 del Código Penal, que castigan con penas de cárcel a los que vulneren la intimidad sin consentimiento del afectado. La Ley de Autonomía del Paciente, que establece expresamente que sólo el personal médico puede tener acceso a los expedientes clínicos de los pacientes. El artículo 10 de la Ley General de Sanidad que establece como imprescindible, la previa autorización escrita del paciente y el consentimiento del médico, si se utilizan para fines de investigación, y que en su punto 3, habla taxativamente del derecho a la confidencialidad de toda la información relacionada con su proceso y estancia en los centros sanitarios, tanto públicos como privados. El artículo 6 de la Ley de Protección de Datos, que obliga al consentimiento inequívoco del afectado. Los artículos 7 y 11 de la misma Ley...Y te citaría no se cuantos artículos legales más que la Generalidad se ha saltado a la torera. Y para más sorna y vejación, no estaba realizando precisamente investigación médica alguna, sino un estudio lingüístico, con el fin de tener las pruebas necesarias para ahormar, adoctrinar y amenazar al personal médico. Quiere que hagan todos y cada uno de sus actos ajustándose a las directrices de la Normalización Lingüística, que tan obsesiva y paranoicamente trata de imponer, también a sus médicos, lo que en román paladino, significa la imposición del catalán a todos los ciudadanos que se encuentren en Cataluña, aunque sólo sea de paso, como Aquilino. Entre los objetivos de esa normalización, sus mentores citan expresamente que lo hacen “en beneficio de la calidad del servicio, por lo que se incentivará la divulgación de la terminología catalana de las ciencias de la salud entre los profesionales”. Y si para ello tiene que patear cuantas leyes protejan los derechos del paciente, pues lo hace y punto. Ya lo ha hecho, por las bravas y con la sinrazón. Triste, muy triste. Además de ilegal, claro. Y nadie le pone el cascabel al gato. Pues bueno, pues vale.
Lo que sí quisiera pedir desde aquí, a mis colegas catalanes, es que, al menos cuando atiendan a pacientes con residencia fuera de Cataluña, por ejemplo a mis pacientes, tengan la deferencia de hacer los informes en español, nuestra lengua común, a cuyo conocimiento están obligados lo mismo que yo, para que no necesitemos traductores. De igual modo, yo me comprometo a no emplear, en mis informes, la jerga local, con la que si me expresara en este momento, no entenderían ni papa. Y esta no tiene ni diccionario, aunque se habla desde tiempos inmemoriales. ¿Vale?.
¿Y lo de obligar a cambiar los nombres al catalán, de los establecimientos abiertos al público, bajo multa?. No, si aquí todo el mundo es fuerte con el débil. ¿A que no hay güebos para hacerle cambiar el nombre al catalán al Corte Inglés?. A que no !!!
Si es que no hay nada tan contagioso como la estupidez y el desatino. Aquí, como maricón el último, pues ahora salen los chicos del BNG, pretendiendo legitimar los pilares de su nacionalismo en los Suevos. Te lo juro, en los Suevos... Válgame Dios que disparate. Sí, no te rías, coño, que así consta en el preámbulo de su proyecto de nuevo Estatuto que quieren sacar adelante. En los Suevos, por mi padre. Así que me imagino que cambiarán también las fiestas locales, y empezarán a celebrar, por ejemplo, en vez de la Fiesta del Señor Santiago, el 1600 aniversario del paso del Rhin por los Suevos, la nochevieja del año 406, o quizás quieran conmemorar el 1560 aniversario de su mayor expansión, que se cumple este año, puesto que fue en el año 446 cuando lograron ocupar los territorios de Gallaecia, Lusitania, Betica y gran parte del Cartaginense, mediante sus obispos y condes, según los libros de historia. Y ya puestos a desbarrar, otros echarán mano de los Visigodos, que les dieron para el pelo, o de los Alanos, mismamente, para reivindicar no se qué coño diferencial. Que estamos de los nervios, te lo digo yo.
Al menos Julia, la hija de unos amigos, ha vuelto a recuperar su sonrisa, porque ha encontrado plaza en Huesca. Algo es algo. Por su nota de fin de bachillerato, se quedó a las puertas de entrar en cualquiera de las Facultades de Medicina de por aquí. A una puñetera décima, vale, de acuerdo, pero no lo consiguió. Total, que como donde podía entrar era en la de Lérida, pues para allá se fue toda contenta a mediados de septiembre. Hija de profesores, iba a poder estudiar medicina, sueño cumplido. Ya, ya... Empezaron las clases, y con lo de la normalización lingüística, todo, de cabeza a rabo, en catalán. Así todas y cada una de las asignaturas, los libros de texto, los apuntes... y ella ni torta. Se desesperaba, porque aunque ponía todo su interés, una cosa era entender a los amigos en catalán y otra muy distinta era estudiar medicina en. A finales de noviembre, tiró la toalla. Se volvió a casa de sus padres a llorar. No había consuelo, hasta que a fin de año, llegó el cartero con la carta con acuse de recibo. Huesca le abría sus puerta. Se ha ido más contenta que unas castañuelas, ha recuperado su blanca sonrisa y ha empezado a amargarle la vida a su padre con lo de que quiere comprarse, para ya, la tabla de snowboard, el traje, las botas y no se cuantas cosas más. Pues que te lo compren, que coño, tu tranquila, que ya convenceré yo a tu padre.
¿No ves, Julia?. Cuando una puerta se cierra, otra se abre. Ya. Ya sé que lo jodido es cuando se abren diecisiete a la vez, pero todo tiene solución. No te quepa ni la menor duda.
Suerte, Julia.

 El resto de sus relatos breves accesibles pinchando aquí


Correspondencia: eltuerto@semg.es
Repelús 
Por El Tuerto 
No lo sé. Tal vez sea un trauma infantil el que me impulsa a no aceptar las cosas que no acepto. O puede que sea un inadaptado asocial, un cabezón, y yo sin darme cuenta hasta ahora, mira tú. A lo mejor, todavía un psicoanalista podría hacerme un apaño, darme un repasito al tejado y reparar las goteras de mi tarro. Muy hábil tendría que ser el fulano y, de esos, seguro que ya no quedan, que muerto Freud, se acabó la rabia. Además, ya sería tarde. Na, que no hay na que rascar y, para qué perder el tiempo, que a mis años hay cosas que no tienen cura, y punto. Y ésta será, una de tantas.
El caso es que, ya verás... ¿como explicarte?... es que, cuando veo algunas cosas que veo, como que me dan un brinco los menudillos y me pongo de una mala uva que no veas. Me niego a resignarme, a callarme, y la monto. Soy médico, y hay cosas que atentan contra la salud mental del más pintao, incluida la de los niños, y por esa y sus consecuencias futuras, lógicamente me preocupo. Como por ejemplo... cuando he oído y visto a la niña de la cancioncilla esa de “antes muerta que sencilla”.  Que horror, dios mío... que pasada, que bodrio, que repelús... Que pena.
Déjame retroceder en el tiempo. Me acuerdo perfectamente. Yo no tendría más de 7 u 8 años y aquella tarde mi padre nos llevó al circo a unos cuantos hermanos.
Cuando íbamos a algún sitio, siempre íbamos varios, porque éramos un montón y eso si que era una gozada. Tenías con quién pelearte cuando quisieras, o sea, a la carta, que siempre había algún hermano al lado dispuesto a darte réplica a la gresca que buscabas, y luego tan amigos. Pero también quien te defendiera en caso de que te metieras en apuros, o con quién colaborar, mismamente, haciendo perrerías. Como hijo, lo de ser muchos hermanos, era una pasada. Envidiable, una maravilla. Como padre, debía de ser la releche... pero nunca vi, ni oí, quejarse a mis padres de ello. Y entonces la vida era de otra manera, como más predecible y natural, no como ahora, que cualquier niño de esa edad ha visto ya, por la tele, hasta lo que nunca tendría que ver, o al menos, por pura normalidad, no hasta muchos años después. Te parecerá mentira, y te juro que no soy tan mayor, pero entonces, cosa increíble, ¿verdad?, pues que no había tele. Al menos, al alcance de cualquiera. Quizás por eso, las cosas eran, y las vivías, de un modo radicalmente diferente al de ahora. Si ibas al cine, por ejemplo, a ver“La quimera del Oro”... aquello era algo especial. Si al circo, una vez al año, que era cuando venía a la ciudad, (el circo, no yo), pues una pasada total. Todo tenía su magia, su encanto, su tempo, su ritual.
Y aquella tarde, como te estaba contando, tocó circo del de verdad, o sea del de carne y hueso, en vivo, del que cuando entrabas bajo la carpa notabas ese olor tan sui generis, mezcla de a estiércol de los animales, a tierra de pista recién regada, a maroma de cáñamo y a linimento. Y el sabor del algodón dulce, pegajoso, que saber, lo que se dice saber, no sabía a nada, pero abultaba mucho y te ponías perdido tú y el de al lado. Aquel circo tenía payasos, trapecistas, “fieras”, malabaristas, rifa... bueno, de todo, como era entonces un circo. Precioso. Era toda una experiencia ver sus luces y aquellos cartelones que lo anunciaban con tus ojos infantiles, mientras oías desgañitarse al tío de la tómbola, siempre dando voces. Y ya a la salida, con las manos pegajosas y el regusto dulzón de las almendras garrapiñadas, ponerte ciego a churros calentitos. Ostras, que gozada...
Bueno, pues aquella tarde, al final, cuando ya terminó todo el espectáculo, que fue memorable, nos fuimos a ver los animales, fuera ya de la carpa, descansando en sus jaulas, que entonces te dejaban verlos y acercarte a ellos, aún a riesgo de que te mordiera la mano una mona de aquellas, de culo colorao, que tenían una mala leche...
Fue entonces cuando vi lo que no tenía que haber visto. O sea, a ver si me entiendes... Un payaso de los del circo, con el que nos habíamos reído hasta llorar minutos antes, que ya se había quitado el sombrero, la nariz roja y medio despintao la cara, estaba deslomando a palos, a mansalva, y pinchando con un arpón, a un viejo elefante porque, aún vestido de lentejuelas, se resistía a que le volvieran a poner la argolla que le sujetaba la pata a una gran estaca metálica clavada en el suelo. La escena, tan estúpida como cruel, se grabó para siempre en mi infantil cabecita. Recuerdo las expresiones soeces del payaso, la respiración agitada del elefante y sus ojos asustados, tan pequeños para el cabezón que tenía, mientras el cretino aquel no paraba de azuzarle y decirle barbaridades. Se me grabó la escena, y de qué manera. Y comprendí ipso facto, de una vez y para siempre, que no todo era tan bonito como a simple vista parecía. De por vida. Qué desengaño el mío.
Aquella misma noche, recién apagada la luz, mientras nos dormíamos, comentamos la escena entre los hermanos que compartíamos habitación, y si el pobre elefante estaría a gusto o no en el circo. Y lo ridículo que era ver, a semejante animal, tener que hacer gilipolleces con sus patazas, pinturrujeado y disfrazado con lentejuelas y colgantes, mientras una señorita en bañador sonreía montada a su lomo. Me parecía una humillación, innecesaria y cruel, para el pobre bicho. O sea, que en vez de estar gozándolas el pobre animal, con Tarzán y Chita, revolcándose en cualquier regato de la selva, estaba jodido a palos, jugando con balones de colorines, atado a una estaca, y siempre pendiente de subir al próximo tren, que es como llegaba entonces el circo, para seguir de aldea en aldea, con lo titiriteros, de por vida. Perra vida...
Pues eso. Que lo de la niña que canta lo de “antes muerta que sencilla”, lo mismito, tú. Cuando la he visto y oído, me ha recordado al instante a lo de aquel pobre bicho del circo y al energúmeno de su payaso domador. Porque son como dos gotas de agua. Para mí que lo son. Señor, lo que hay que ver, que pena.
Confieso que no soy un experto, pero para empezar, la representación escénica del espectáculo de la niña no me parece que sea la más adecuada, ni a su edad, ni a la del público infantil al que supuestamente va destinada su canción. Su coreografía, si hubiera sido ideada para ejecutarla un grupete de cabareteras de medio pelo, entradas en carnes y en años, pues bueno, vale, pero es que da grima y pena verla escenificar a niñas como ella, que mejor estarían saltando la comba o jugando al pati, en vez de disfrazadas bajo ese manto de rimel, pote y complementos, impropios de su edad. O sea, que toda esa parafernalia le sienta, vamos... como al elefante las lentejuelas. Y despiertan similar lástima. ¿Tendrá detrás “un domador”parecido?
Para seguir, la letra de la cancioncilla se las trae, que ni harto a vino me creo yo eso que dice su padre de que, de cabo a rabo, es invención de la propia criaturita, que nueve añitos no dan para inventar tantos disparates juntos en la letra de una sola canción. ¿De su cabecita salió también la torpeza del propio título?. Entonces, a psiquiatría infantil, rápido, a ver si todavía tiene remedio la tontería, que no sé yo...
Para remate, su comercialización atenta contra las actuales leyes de protección a la infancia, que prohíben el trabajo remunerado de los menores, o su explotación económica por terceros en liza, sean tales quienes sean, incluidos sus propios progenitores. Es decir, de profesionales de nueve años nada, que no pueden existir por imperativo legal. Así que, ¿la niña trabaja gratis?. Pues, como no me lo creo, ¿quién se beneficia de ello?. Porque si lo hace por amor al arte, pues vale, que lo haga, pero poquito, que digo yo que tendrá que estudiar, jugar al parchís y dar la matraca, que es lo propio de su edad. Pero si de sus actuaciones se deriva beneficio económico, que lo hay, que se fiscalice y vigile, su manejo y su destino. Esos temas deberían ser objeto de investigación y seguimiento por la Fiscalía de Menores, de oficio, que para eso está. No, no exagero un ápice. Así lo pienso, y así lo digo.
Porque, o sea, todo el tema es un disparate, de pies a cabeza, en el que destacan el mal gusto y la inadecuación de sus mensajes, desorientadores y equívocos, porque van destinados a menores que, por definición, son inmaduros. Y no se les pueden hacer llegar tales mensajes subliminales, y estúpidos, disfrazados bajo el chás-pum-pum pegadizo de una musiquilla hortera, para que los repitan con indolencia mentes infantiles, aún no preparadas ni para distinguir el grano de la paja, ni para digerir barbaridades. Al menos, sin riesgo de que, el simple hecho de escucharlas, les puedan crear dudas absurdas o dejar secuelas. En sí mismo, el propio titulo de “antes muerta que sencilla”, lejos de una broma chistosa, es una canallada de mal gusto, porque, te repito, está destinada para niños.
O sea, todo fatal. Te digo que estamos de los nervios. Los que idearon el negocio, los que planificaron el espectáculo, los que lo realizan, los que encima lo premian y los que lo presencian y aplauden. Mal de la chinostra todos, tú.  
Claro, que lo que más me preocupa del tema, es la propia niña. La cabecita de la niña para ser más exactos, que de tanto repetirlo, lo mismo termina creyéndose la estupidez de su propio mensaje. Y entonces, las cosas le irán mal, muy mal. Para sobrevivir, ¿tendrá que dejar de ser sencilla, o por serlo, morir?. Anda, que como se lo crea... Pues con nueve añitos, lo lleva complicado, pobre criatura. Sus tutores lo llevarán mejor, lo de las pelas, digo. Luego, nos lamentaremos todos, pero a toro pasao, como siempre.
En fin, con un poco de suerte, porque son canciones “kleenex”, se dejará de oír pronto esa bazofia. Esa era mi esperanza, pero... como que va a ser que no. Oye, que no, porque mira, ayer, día ocho de enero de dos mil cinco, a eso de las diez de la noche, y en la primera cadena de televisión española, dirigido por Teresa Rabal, presencié un espectáculo del mismo jaez o aún peor. En él, tres niñas y un chavalete, todos de 3 o 4 años, según anunciaron admirativamente sus rótulos, escenificaron una especie de baile, por llamarlo de alguna manera. La niñita, annnnngelito, actuaba con ligueros a la vista, de esos desde la cintura, ya me entiendes, de cabaretera barata, y además, con una liga a medio muslo, con florecilla y todo, en sus medias a rombos. Annnnngelito mío, otro elefantito en ciernes. Y para más recochineo, no te lo pierdas, lo hacían al ritmo y letra de la canción “Voulez vous coucher avec moi ce soir”. Menos mal que ninguno de esos angelitos, ¿ni sus progenitores?, espero que no, tenían ni pajolera idea de lo que la letra de esa canción dice, que ya me dirás tú si es la más adecuada para un espectáculo de niñas de tres y cuatro años. ¿O sí?. Sarcasmo puro y duro de la televisión pública el que, con tus impuestos y los míos, nos obliguen a subvencionar tales  espectáculos, protagonizados poco menos que por lactantes, a las diez de la noche.  ¿O cruel vejación infantil?.
¿Quien diseña esos espectáculos?. ¿Para quién?. Porque más de un depravado mental, de esos peligrosos, se debió de pasar una noche de infarto, viendo lo de ayer. Y con eso, bromas, ni una. Eso, poco menos que de juzgado de guardia.
Por favor, ¿queda alguien cuerdo por ahí?. Pues que diga basta, pero que lo diga ya, antes de que sea demasiado tarde. Que impidan que a la próxima, por ejemplo,  escenifiquen en televisión el cuento de Caperucita Roja, por que ya puestos a llamar la atención, a este paso seguro que lo harán liando a la abuelita con el lobo, seguro... Y con escenas de zoofilia incluidas, claro, porque si no, acostumbrados como estamos y a lo que estamos, el programa carecería del atractivo suficiente para  poder emitirlo en horario infantil.
Ostras, cualquiera les da ideas a esa chusma... mejor me callo.
Aunque hay quien no necesita que les demos ideas, porque para ocurrírseles disparates, se las apañan muy bien solitos. ¿Has visto lo del pájaro ese del PSOE de Marbella?. Sí, hombre, sí. Ese que ha propuesto que dejen de celebrarse el Día de la Madre y el Día del Padre. Alega que como, según él, las familias del siglo XXI no serán las hasta ahora consideradas como “normales”, y que las que si lo serán son las monoparentales, o las bi o tri parentales o madrales... Pues eso, que los que tengan una familia “normal”, con padre y madre, que tampoco puedan celebrar esos días para no crear distingos. O sea, a igualar por abajo, ya estamos. Manda güebos. No me digas que eso no son ganas de jorobar por jorobar. Mira, si el espantajo ese no quiere mostrarle agradecimiento a sus progenitores, está en su derecho, que sus razones tendrá, probablemente hasta para odiarlos, vale, que visto el hijo que les salió... ahí no entro. Pero tratar de impedírselo a los demás... que disparate... Anda, loco, anda... déjanos en paz, majete, que a mis hijos o a mí, sí nos apetece celebrar esos días, ya ves, y no necesitamos de tipos como tú para que vengas a salvarnos de “la decadencia” de tales celebraciones.
Como lo de la Navidad y los Nacimientos del 2004, que mira que se han empeñado cantidad, incluso por instrucciones expresas de la Generalidad de Cataluña, que en ellos hubiera de todo... menos Portal de Belén. O sea, montañas de cartón, nieve, río con lavanderas, pastorcillos... de todo eso sí, menos Portal de Belén, que resulta que es lo único que le da sentido y razón de ser a cualquier Nacimiento. Pues con tal de llevar la contraria, justo eso no, que eso no figurara. ¿Y las palabritas de luces adornando el Madrid de Gallardón?. Otro que tal baila. Cualquier palabrita valía, pero justo las dos necesarias, no, o sea Feliz Navidad, no. Esas no.  
Resentidos del mundo uníos. Repelús me dais... y risa. Mucha risa, además de pena.

Correspondencia: eltuerto@semg.es
Y tu y yo, a lo del humo
Por el Tuerto
Ya está liada, colega, esto es la guerra. Desde el uno de enero, la caza del fumador ha comenzado. Toros y fútbol han pasado a la historia, y ahora, lo que de verdad se estila, es el acoso y derribo del fumador. Digo yo que, si las frustraciones y las  desesperanzas colectivas en otros asuntos patrios, tendrán algo que ver con el que las hordas disfruten, en la búsqueda de fumadores a los que sorprender y reprimir.
Desde el uno de enero, sálvese quien pueda. Si eres fumador, date por jodido, que quieren salvarte, y se lo van a tomar en serio. Pero cárgate de paciencia, porque la vas a necesitar. Ya verás que gracia te hará que te pongan multas de 300 € por hacerte el listo y fumar donde no debas. Se te va a quedar el cuerpo tieso, y te van a entrar unas ganas de morder, cosa loca. Pues muerde, coño, muerde, no te prives, hombre. Nos van a vigilar hasta en la sopa, ya verás. Estamos acorralados.
Claro, ahora ya comprendo lo de la España de los Tercios de Flandes. Venga a devanarme el coco de niño, con qué coños sería aquello y nunca lo comprendía, que torpe. Pues se me han abierto los ojos de sopetón. Me lo temía, era lo de siempre. La España del tercio a favor, el tercio en contra, y el tercio de indiferentes. O sea, la España de los Tercios, ahora contra el tabaco.
Cómo cambiará la vida, que de un tiempo a esta parte, temo a la Nochevieja. De niño, la gozaba, y de qué manera, y ahora la temo. Ya ves que paradojas.
Antaño, las doce campanadas, resonaban tan profundo en tu interior, que marcaban un punto y aparte en tu biografía. Las campanadas, despertaban desafíos con los amigos que tuvieras al lado, en esa noche de hilaridad compartida, y te incitaban a nuevos retos. Por ejemplo, a ver quien meaba más lejos, se comía el primer polvorón del año de un solo bocado, o le pegaba el primer beso en todos los morros a la mocita que se pusiera a tiro. Todo ello, nada más sonar las doce. Y aceptabas con deportividad, el no llegar más allá de a una cuarta de las punteras de tus zapatos, el atragantarte casi hasta la asfixia con la prueba del jodio polvorón, o el recibir el lógico bofetón de la amiga con la que te habías pasado tres pueblos. O sea que aceptabas, con valor y resignación, que la Nochevieja te pusiera de nuevo en tu sitio y vuelta a empezar. A veces, ya puestos, hasta le prometías, al entonces Niño Jesús, en pleno acto de contrición y propósito de la enmienda que, pasadas las campanadas, ibas a ser el más santo de entre los santos. Que tiempos, los de la adolescencia y como han cambiado. Bueno, como que el mismísimo Niño Jesús ya estará hecho un tío, digo yo, por que el tiempo pasa para todos, ¿no?.
Pero las cosas ya no son así. Ahora, temo a la Nochevieja, porque siempre trae una nueva imposición, una nueva vuelta de tuerca, una nueva limitación. O una nueva tomadura de pelo colectiva. Haz memoria.
¿Te acuerdas de la del 2000?. Yo la recuerdo con sorna. Si, hombre, sí, aquella en la que nos metieron el miedo en el cuerpo con el tan temido como infundado efecto 2000. Me tocó de guardia, y nos pasamos la tarde previa colocando pilas nuevas al transistor, repasando las linternas, el depósito del coche de urgencias a rebosar, los móviles con las baterías a tope, el listado de teléfonos a los que comunicar de urgencia cualquier anomalía en el bolsillo y haciendo acopio especial de medicación. Todo ello, siguiendo las instrucciones marcadas por los sheriff de la cosa esta de la medicina, bajo la amenaza de pobre del que no las cumpliera a rajatabla. Bueno, hasta se doblaron las plantillas en el centro de salud, ante la previsible calamidad mundial que se nos venía encima. Menos sacos terreros, todo estaba preparado en el centro de salud para aguantar el tirón de la hecatombe final, que nunca llegó. Nos lo pasamos de miedo, pero al final, ni pena ni gloria.
En la del 2002, el euro vino a jodernos la vida a todos, insensatos de nosotros, que lo aceptamos sin rebelión alguna, sin echarnos a la calle, sin quemar nada de nada. ¿Te acuerdas de aquella plasta de mensaje, distorsionador y canalla, en el que te aburrían con los detalles de como se llevaría a cabo la técnica para el redondeo del milésimo de euro?. Luego, la realidad demostró, ¿como no?, que aquel redondeo consistía en que, cuando llevas el coche al garaje, te soplan 150 o 300 euros redonditos, sin más, sin céntimos ni milésimos. O que cualquier factura, suele ser múltiplo de cinco o de diez. Así se escribe la historia del mayor robo colectivo. Todo subió de precio. Que cruel desencanto, cómo nos estafaron.
Bueno, pues la Nochevieja del 2005, quiere pasar a la historia como la del “todos contra el humo”. O sea, la del todo vale, con tal de. Las broncas están servidas.
Con la coña de lo del tabaco, nos van a distraer. Los medios sacarán sus micrófonos a la calle, y ya verás lo que se oirá. Presentarán, a toda plana, en los telediarios, los primeros conflictos surgidos, las primeras denuncias, las primeras grescas. Jalearán el tema hasta aburrirnos a todos. A los fumadores que se sientan discriminados, les tildarán de insanos y peligrosos, les ridiculizarán por su adicción, y los talibanes antitabaco reforzarán sus estrategias, y azuzarán a la denuncia, a la persecución, al acoso del diferente. Nos tendremos que refugiar en los váteres, en los áticos o en los sótanos, para fumar. Y que no te pillen. Otra vez a la clandestinidad, al disimulo, al escondite. Hasta en los últimos reductos te sentirás vigilado, inseguro, temeroso. Te harán salir a la calle a fumar, al rincón de los pervertidos, bajo la lluvia, y eso si te dejan, claro. Te fumarás un cigarrito a la carrera, y aprovecharás para, ya puestos, fumarte dos, aunque te escaldes la lengua. Reaparecerá la figura del chivato, del correveidile, del pelota denunciador, del soplón. Te renovarán o no el contrato en función del aliento, del color de tus dientes, del tono amarillento de tus dedos delator de tu vicio. Habrá fumadores que, compungidos, renegarán de serlo, y otros, que al ser descubiertos, suplicarán perdón entre sollozos y apoyo psicológico para sobrellevar el mono. Los psicólogos, pobrecitos míos, no darán abasto con tanta demanda. Cabizbajos, deambularemos sin rumbo por la calle, y oiremos a los niños señalándonos con el “mamá, mira ese, mamá mira ese”. Terminarán marcándonos como a los corderos, tiznados de rojo en la frente, para advertir de nuestro peligro, de nuestra insensatez, de nuestro vicio. Seremos tachados de irresponsables, inmaduros, asociales y querrán que nos rindamos, que pidamos públicamente perdón, que renunciemos a nuestras pompas y a nuestras obras, cual satanases de mercadillo. Habrá voluntarios de pago, que saldrán por la tele agradecidos al gobierno por rescatarles del vicio, y jurando su renuncia a fumar mientras vivan, cual apostatas del humo. La que nos espera es parda. Vivir para ver. ¿Pero eso no eran “cosas de Bush y de los Yankees”?. Y encima va el talantero de ZP y larga eso de que dejar de fumar es de izquierdas, no me jodas, lo que hay que aguantar.
Pero si por todo lo anterior, entiendes que estoy a favor del tabaco, es que no me he sabido expresar. No, no lo estoy, en absoluto. De lo que si lo estoy, es de que cada adulto, una vez esté suficientemente informado, haga de su capa un sayo, y se lo rompa o rasgue por donde le venga en gana, sin que nadie le torture por ello. Estoy por el consentimiento informado, y porque el que cada cual, después, decida en libertad.
Y de lo que estoy en contra, radical, absoluta y frontalmente en contra, es de que gobiernos autodefinidos como progres, puedan meter la pata en lo del tabaco hasta el corvejón con los adolescentes, como lo están haciendo. Sus políticas al respecto, prohibiendo la venta al menudeo de cigarrillos en los kioscos, suprimiendo la venta de minipaquetes de 10 cigarrillos, retirando los tabacos ligth y enriqueciéndose descaradamente con el aumento del precio del tabaco hasta ponerlo a precios prohibitivos, han sido el paradigma de su ignorancia y desvergüenza. ¿Se puede ser más torpe?. Esas medidas, que son un error, traerán consecuencias muy graves para los adolescentes, porque si dijeron que lo hacían para forzar la disminución del consumo, les ha salido el tiro por la culata. Lo único que han conseguido, a la vista está, es favorecer la aparición del tabaco basura, del tabaco de bajo costo, que incomprensiblemente, el propio gobierno ha autorizado. O sea, los “genéricos del tabaco”, como los ha bautizado un buen amigo mío que es un cachondo mental, ya están aquí. ¿Se han dado cuenta, insensatos, de lo que han hecho?.
Ahora resulta que, el chavalete de 14 años, en vez de ir al kiosco a por un cigarro, uno, se va al estanco y por muy poco más, compra veinte juntos. O sea, al gobierno le ha salido el tiro por la culata, vale, pero es que él se lo pega en las piernas al adolescente, porque ahora, tiene al tabaco económicamente más a su alcance que nunca. Y ese disparate, si que es para preocuparse. ¿Quien es el responsable?.
Al adulto lúcido, que sabe lo que se juega fumando, porque está informado, pues mira, si fuma, que le den, que ya es mayorcito. Nuestra prioridad absoluta tiene que ser que nadie empiece a fumar, para que nadie tenga que dejar de hacerlo en el futuro. Y resulta que han conseguido justo lo contrario con su negligencia, al dejar las manos libres a las tabaqueras para que hagan nuevos adictos de 13 añitos. Y encima, su progresía nos la quieren certificar ahora impidiendo al viejete fumar en la Residencia de Ancianos. Cuanto memo anda por ahí suelto, Dios, cuanto memo.
Así que 2006 se presenta lúgubre, tenso, inquietante, amenazador, espeso. Pero no sólo por eso. Con menos humo, dicen, quizás tengamos mayor nitidez visual, con la que poder ver y soportar, por ejemplo:
-         El seguir escuchando y sufriendo a la Ministra de Sanidad, que es un puro florero decorativo, que no manda en nada de nada, y ni reina ni gobierna en este disparate de 17 reinos de taifas sanitarios. Cuánto no le echarán de menos en sus anteriores cargos como Directora General de Comunicaciones del Ministerio de Obras Públicas, o como Directora General de la Fundación Teatro Lírico, o como Presidenta del Consejo de Administración de Correos y Telégrafos, y no te digo nada como Presidenta de la Sociedad Hispasat. Pues que se la lleven otra vez cualquiera de ellos, que con lo que dicen que vale, es una pena que esté tan desaprovechada ahí, en el Paseo del Prado.
-         El sufrir al Presidente de la OMC, empeñado en conseguir que vean la luz, en los intestinos de los futuros estatutos, sus audaces reformas, que no son más que ensoñaciones con horrible tufo de regreso al pasado, a la ausencia de incompatibilidades para cargos en puestos decisorios, a la inquietante bicefalia de sus dirigentes. Oye, que no te lo pierdas, que propone que puedan ser, por ejemplo, presidentes de organizaciones paracolegiales como AMA o PSN, con indudables intereses económicos y comerciales, al unísono, cargos en instituciones tan serias como la Comisión Central de Deontología, un suponer, u otras por el estilo. Que bárbaro, tú. O sea, que puedan ser juez y parte. Y es que no se corta un pelo al proponerlo, ni se pone rojo como un tomate, ni nada de nada. Y encima, insistirá en su manía de querer quitar el  poder de voto a los vocales nacionales que nos representan. Claro, todo vale con tal de que las decisiones, se tomen por un grupete de amigos o algo así. Y a eso lo llama democratizar, que tío...
-         Y tendremos que aguantar impasibles, que el Consejero de Madrid, siga sometiendo a disminuciones salariales asfixiantes a los médicos rurales de su Comunidad. Les ha quitado de hacer guardias para pasárselas al recién creado Servicio de Atención Médica Rural, cosa que me parecería muy bien,  siempre y cuando no se hubiera “olvidado”, como ha hecho, de establecer las  compensaciones económicas que garantizaran sus ingresos anteriores a los rurales. Pues no. Otro bárbaro. Es una auténtica tropelía, ejemplo, modelo y paradigma del desbarre mental de los políticos sanitarios que se llevan ahora, sean del signo que sean. Espero que ese desatino no se contagie, porque si no, todos de cráneo y cuesta abajo.
Y mientras a nosotros nos distraen con lo del humo, por la imperiosa necesidad de de entretener al personal en otros temas, algunos políticos intentan quitarle hierro a otros mucho más importantes. Así conseguirán, por ejemplo, que se hable menos de la inminente ruptura de la Unidad de España. Que se la están cargando, tú, que no es coña, espabila. Docena y media de políticos, resentidos e insolidarios, lo peorcito de cada casa, clones de otegui y carod, llevan meses ideando como partir a España en 17 trocitos en el 2006, asimétricos, por supuesto. Antes de que nos demos cuenta, su fechoría no tendrá ya marcha atrás. ¿Lograrán pasar a la historia por semejante disparate?.
Se enfanga a la sociedad en peleas estériles, en disputas estúpidas de dónde, cómo y cuando se puede o no fumar, y lindezas por el estilo, y mientras tanto, nos están segando la hierba bajo los pies. Y nosotros, siguiéndoles su juego, mordemos en el anzuelo de su distracción. Nos quieren entretener con eso, porque con el mono que suponen que tendremos, a falta del adictivo humo, creen que pensaremos menos y peor. Pues... eso ya lo veremos.
¿Y tu y yo, a lo del humo?.
Virgen Santa...

Correspondencia: eltuerto@semg.es
Respuesta de Alejandro
Querido Tuerto. Me gusta tu artículo. Como siempre metiendo el dedo en la llaga. Pero he echado en falta un pequeño detalle, que te comunico: el tema de las bajas e incapacidades permanentes (que tendrían que ser absolutas en este caso, porque no se puede fumar en ningún trabajo). Mentiría si dijera que no quiero lanzar más leña al fuego. Claro que sí. Te doy una idea para tus escritos.
Cualquier día, un médico general o de familia recibe en su consulta a un paciente que pide la baja porque ha intentado dejar de fumar y no lo consigue. De hecho, en la última semana el médico le envió a una unidad de tabaquismo. Ha tenido suerte porque sólo tendrá que esperar tres meses y medio (la espera media son algo más de cuatro meses).
Mientras tanto, el paciente argumenta:
 1/ Esto es una enfermedad. Ustedes lo llaman dependencia al tabaco, adicción al tabaco, tabaquismo ... pero es una enfermedad.
2/ A pesar de sus estimables esfuerzos, querido doctor, usted no ha sido capaz aún de que me cure. Y no vale decirme que no fume. Mi enfermedad consiste en que no puedo dejar de fumar, del mismo modo que las enfermas de fibromialgia no consiguen que les deje de doler la espalda, el culete o lo que sea.
3/ Mi enfermedad es incompatible con el trabajo. No pretenderá usted que me despidan. En tal caso, y lamentandolo profundamente, debería demandarle; ya he consultado con un buen abogado. De hecho, esto no ocurrirá porque sé que su buen hacer médico y su ética irreprochable no le permiten negarme una baja por enferrmedad común.
4/ Espero que en la unidad de tabaquismo me curen. Si no es así (las terapias sólo alcanzan cifras de curación del 20 o 30%) tendrá usted que prorrogarme la baja y, si llega el caso, tendrán que concederme una incapacidad permanente absoluta. Si fuera total, significaríia que se puede fumar en algún trabajo y ya sabe usted que no es así.
5/ Supongo que no se escandalizará usted por el gasto que esto pueda acarrear a la sociedad. Imagino que la ministra de Sanidad no lo ha pensado. No es mi problema. Incluso ella tiene ventaja sobre los que padecemos la enfermedad de fumar. Si ella no da más de sí, puede dimitir y dedicarse a otra ocupacióon más acorde con sus limitadas capacidades. Nosotros, los enfermos del tabaco, tendremos que pasar a ser pensionistas.

En fin, supongo que el supuesto médico general daría la baja al supuesto paciente. Todo muy supuesto, pero posible y bastante probable.
Un argumento más para tus artículos, querido amigo tuerto.
Tu admirador: Alejandro.
Ah, ¡Feliz año!