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martes, 14 de febrero de 2012

¿Cual quieres que te ponga?
Por el Tuerto
Me fastidia empezar a escribir pensando lo que te va a costar creerme. Voy a decirte lo que me ha pasado, aunque no te lo vas a creer ni aunque te lo jure por mis muertos, tipo gitano. Pero como soy un rato cabezón,... a pesar de todo te lo voy a contar. Sobre todo, porque como tu trabajas igual que yo, a pie de obra, como médico general, pues si no te ha sucedido lo mismo todavía, estarás a punto de que te suceda. Y si lees esto, por lo menos te evitarás el cabreo que me he cogido yo. Que ha sido de órdago. Ya verás.
Resulta que me encontraba incómodo esta mañana en la consulta,... como a disgusto... de esas veces que no sabes muy bien por qué, la verdad, aunque tengas mil razones a mano para echarles la culpa. Hombre, algo había influido que ya llevaba diez o doce consultas en las que había tenido que oír y soportar lindezas de todo tipo, de esas que te cabrean un montón, como por ejemplo: Anda que no le pagarán a ustedes por cada vacuna de la gripe que ponen, que parece que nos andan cazando a lazo y están empeñados en vacunarnos a cuantos más mejor. Y la verdad, tener que aguantar esas cosas, diga lo que diga, en realidad me templa, me pone tenso, es... como si me estuvieran buscando el tono del disparadero, como cuando andas afinando las cuerdas de una guitarra. Ya me entiendes. Porque, mira te tienes que aguantar a veces, y  morderte la lengua y callar, porque todo lo que le digas al paciente... parece que puede ser usado en tu contra.
A lo que iba, que no estaba para muchas bromas.
De repente entró la siguiente paciente, que en cuanto la invité a sentarse, empezó a largar de corrido:
Que digo yo, que hemos estado hablando mi marido y yo, y que para mí que es mejor la mecánica. Que se ponga la mecánica. Dónde va a parar. Ya le he dicho que de biológica nada, porque mire, la mecánica avanza mucho, ¿sabe?, y es lo que le digo a mi marido, que se acuerde de cómo era la toma de fuerza del tractor viejo y como es la que tiene el de ahora. Que la biológica, vete a saber como será. Pero en la mecánica yo tengo más fe, porque, mire, esas cosas avanzan mucho, y pueden salir otros modelos... y si hay que cambiarla, pues a otra mejor, oiga...
Como no entendía nada de nada de lo que me estaba contando Juliana, se me debía de estar quedando una cara tal, entre desencajada y de póquer, que le noté que me miraba como preguntándose si yo me estaba volviendo tonto del todo o sólo a medias, y enseguida se apresuró a aclararme las cosas, antes de que me diera algo, porque intuyó que me iba a dar:
¿Pero no se acuerda de lo de Enrique?. Claro, si es que le debemos de tener tonto entre todos esta mañana, porque mire que no paramos de hablar en la sala de espera, y los que hay, ¿eh?, que ya ha salido el practicante y nos ha dicho “si no os calláis os echo a la calle a todos, que no hay quien os aguante”. Ya sabe como es él. Bueno, pues le decía que mandó a mi marido al de corazón ¿se acuerda? y de allí, lo pasaron al operador y ese ha dicho que le tiene que cambiar una válvula, ¿sabe?, (dicho esto vive dios, entre contenta y presumiendo) y que decidamos nosotros cual le pone, que él tiene de las dos para poner, pero que los que tenemos que decidir somos nosotros, que a él le da igual. Y que la que decidamos le pone. Y ya le he dicho yo a mi marido, que para mí la mecánica mejor. Lo que pasa es que con la mecánica se tiene que hacer unos análisis de sangre a cada poco y tomar un medicamento y con la biológica no, y digo yo que si para ir a los análisis usted nos va a poner ambulancias, pues mejor, porque tampoco es cuestión de coger un taxi cada vez hasta el centro de salud, oiga, que nos vale casi las mil pesetas y que aunque no nos falta, pues oiga, que tampoco es eso... pero si nos pone ambulancia...
Ya no aguantaba más y la corté en seco. Cordialmente, pero en seco:
-         ¿Pero de qué me habla, Juliana, de qué me habla?
-         Ay, como está usted hoy... pues de esto, hombre, de las instrucciones que le han dado para que se las lea Enrique y decidamos, ¿de que le voy a hablar?, y como no nos ponemos de acuerdo mi marido y yo, pues venimos a que decida usted. Tenga y lea.
Dicho lo cual, me entregó un tocho de papeles, todo un dossier, de 23 páginas nada menos, (como diciendo anda, lee, para que te enteres...) debidamente encuadernado en canutillo, y un ejemplar de Consentimiento Informado con la firma de su marido estampada a pie de página, para ser operado por Cirugía Vascular, en el que se le informa, entre otras lindezas, de que su riesgo de muerte hospitalaria se estima en un 6% para su intervención.
Dicho mamotreto, viene firmado por “la enfermera coordinadora” del servicio. No tengo nada contra el ejemplar en cuestión, salvo el dudoso gusto de aderezarlo con chistes de Forges que no vienen al caso (representando situaciones cómicas en el quirófano en uno de los cuales los cirujanos discuten ante la televisión jugadas de un partido de fútbol  mientras el enfermo al que se está operando en esos momentos se cabrea). También con imágenes estándar de Windows, dibujos de cosecha propia, e incluso esquemas del funcionalismo cardíaco, valvular, y tablas de medicación que antagonizan o potencian la acción farmacológica de los antiagregantes, en su denominación común internacional. Todo un dossier.
Me tomé casi diez minutos para leerme lo más sustancial. Página que leía, aumento exponencial de mi cabreo. No era para menos: le estaban dando una información absolutamente inadecuada a su nivel sociocultural de ganadero, al mismo tiempo que le demandaban su decisión y le exigían rubricarlo con su firma. Vamos, poco menos que... tu decide y firma, que de lo que te pase... a nosotros ni flores.
Que barbaridad. Hacen falta muchos más psiquiatras, en este país, de los que me pensaba. No estamos bien de los hombros para arriba, te lo digo yo. No puede ser verdad... Yo no digo nada contra los cirujanos vasculares, ni contra la enfermera coordinadora, ni contra... creo que sus responsabilidades son o deben de ser, otras. Me meto contra el sistema, contra la medicina defensiva. Estoy contra la estupidez.
¿Pero es que puede haber alguien medianamente sensato, capaz de defender ante un tribunal ante una posible reclamación, que ese paciente estaba suficientemente informado antes de su intervención?.
Vamos a ver como te lo explico. Enrique ha sido toda su jodida vida, con perdón, pastor de ovejas. El ordeño manual, con cubo y tajuela, a la mañana y a la noche. Al campo el resto de las horas con el rebaño y los perros, palo en mano, y en el zurrón cacho de tocino, chorizo a veces, media cebolla y un trozo de pan asentado, comprado por semanas, con una manzana y a correr. Manta por si llueve y paraguas para quitarse el aire. Camisa blanca, sin corbata, para la misa mayor, el domingo que podía ir. Y a la vuelta del campo, a la noche, con los corderos recién nacidos cogidos por las manos de los bichos si venía desde largo, con las madres quejándose tras él con sus balidos. Eso si, honrado hasta decir basta, sensato y coherente. Y muy a su pesar, al leer sólo deletrea, y en vez de escribir, mal se entiende lo que “arraya” en un papel. Y que tuvo la mala suerte de que un mal día, el corazón se le hizo unos zorros y punto.
Y a ese angelito, que se ha ganado el cielo y la vida con el sudor de la frente, jamás mejor dicho, me le vienen a dar un tocho de 23 folios, con imágenes sacadas de los dibujos del Netter de anatomía,... ¿para que él decida su modelo de válvula mitral?. Osea, que yo siendo médico, ahora mismo sería incapaz de decidir ni para mi propia intervención... ¿y se le pide la suya y su firma de que ha sido debidamente informado?.
¿Pero es que estamos mal de los nervios, colegas?. ¿Eso es el consentimiento informado?. ¿Eso es lo que la sociedad demanda?. ¿Qué medicina hacemos?.
Esto no tiene sentido.
El último que apague la luz, que yo me bajo en la próxima.

correspondencia: eltuerto@semg.es

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