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martes, 14 de febrero de 2012

Ya huele a otoño

Por El Tuerto


Puto verano... Sí, ya sé que es una manía, de las muchas que tengo, vale, pero es que le tengo una tirria al puñetero de él, que no veas. Siempre se la tuve, que conste.  Y la cuestión es que cuando me pregunto el porqué, pues como que no lo tengo muy claro. ¿A qué coño puede deberse esa extraña ojeriza mía?. Porque, tenérsela, se la tengo, ¿eh?. Bueno, pues que no lo sé. O sí.
Contra lo que pudiera pensarse, creo que el verano no es ni un tiempo de relax, ni de gozo, ni de sosiego, ni de nada parecido. Vale, vale... que la gente diga lo que quiera, pero para mí, que no. Todo lo contrario. Creo que es la peor estación del año, la de la insolidaridad y el egoísmo, la del aparcar los temas, la de la falta de compromisos. Quitando el ratito del bañador, la sombrilla y el periódico, el resto es un continuo toma y daca, en el que campan a sus anchas la irritabilidad y el desafío a partes iguales, en los que, “el pasar factura”  es la norma. El tipo de expresiones de las de “ya te dije que te compraras otro bañador”, o “pues tu me dijiste que íbamos a ir a”, o las de “es que no paras de fumar”, o “prepárate que en cuanto volvamos te voy a poner a dieta”, son la antesala de los roces con escocedura moral más tórridos. De ahí, a ponerse unos a otros a mirarse atravesao, un pasito. Y  luego van y te dicen que es la mejor época para la vida en familia. Ya, ya.. Lo que hay que oír... y resulta que es cuando se gestan el mayor número de separaciones y divorcios, ya ves. Vamos, que los abogados, disfrutan de la primavera, descansan en verano, y se forran en otoño. A tu costa, claro.
Mira, y además, moscas, avispas, hormigas y demás jodidos bichitos, aprovechan que bajas la guardia enseñándoles casi todo y se ponen las botas a darte picotazos,  y claro, te levantas de la siesta de una mala uva...   
Si es que el calor no es sano, hombre. Te digo yo que va a ser cosa de eso, porque cuando el calor aprieta, se me pone la gente de los nervios. Bueno, quiero decir, que se me ponen más de lo habitual, claro. O sea... es como si con él, el umbral de los disparates y la locura, ya de por sí bajito, se rebajara un par de puntos más aún, bajo el influjo de sus efectos. Y eso se nota, en la consulta y en casi todo. Si ya me lo decía el otro día la buena de Genara cuando se me quejaba sudorosa: “Si es que esta calor, no puede ser buena pa ná”,mientras no paraba entre sus manos, con ese sonido deslizante, (trrrrrsssshh...), el chascar del abrir y cerrar el abanico.
¿Quieres pruebas?. Por ejemplo, ahí tienes la sorprendente acogida que tuvo, nada más llegar “la caló”, la idea de la cadena de hoteles NH de ofrecer al personal la posibilidad de destrozar las habitaciones de uno de sus hoteles de Madrid, marra en mano. Oye, pues que disparatada y todo, se inscribieron más de mil personas para participar en semejante jolgorio. Échale. Y como no había tantas habitaciones a destrozar, que sólo eran 27, pues que hubo que seleccionar al gentío. Y no te lo pierdas, que esa selección consistió, además de en un examen médico, que no se para qué, en un estudio psicológico, ¿eh?. O sea que, para seriedad, la suya. Digo yo si, al final, escogerían a los más zumbaos, o a los más agresivos, para desbravarlos, a los más inhibidos para que se liberaran un poco, o por el contrario, elegirían a los más serenos, con la insana intención de contribuir a desestabilizarlos un pelín, que los psicólogos son muy suyos. No lo sé, pero el resultado final de la movida esa, fueron unas imágenes en televisión, en las que todos, bien equipaditos y protegidos, con una maza de las de verdad entre sus garras, las gozaron y empaparon la camisa liándose a destrozar, a mamporros, cuanto por allí pillaban de bonito: espejos, armarios, lavabos, televisores, bañeras, frigoríficos... en fin, todo lo que una habitación de un hotel de su categoría contiene, y todo, en perfecto estado de uso. Se me caía el alma a los pies, pensando en cuantas personas estarían encantadas de recibir ese mobiliario a cambio del suyo, o esos lavabos, televisores, espejos, camas, etc., que de estar inmaculados, pasaban a un estado de ruina total en un santiamén, bajo la barbarie absurda de la marra agresora. Oye, que les hubieran dejado ensañarse con las paredes, vale, porque al fin y al cabo las tenían que tirar para la reforma. Pero, ¿con el mobiliario?. Vamos, no me digas que eso es normal. Pues que sí, que se montaron toda una orgía agresiva, disparatada y loca, de la que todos los participantes, se manifestaban encantados tras su hazaña, sin recato o pudor alguno. Y hasta se atrevían a recomendar a los televidentes a que, si encontraban la ocasión, participaran en acontecimientos similares, porque “eran las mejores prácticas para liberar la adrenalina que todos llevamos dentro”.  Digo yo, si no sería mejor entrenar al personal, precisamente en saber como no acumular esa adrenalina, o llegado el caso, en como liberarse de ella, o encauzarla, mediante  acciones  constructivas. Porque, un suponer, habitaciones a destrozar no había para todos, que para 27, se presentaron más de mil fulanos. ¿Y ahora que van a hacer los 973 restantes con su adrenalina a flor de piel, si se quedaron con la miel en los labios?. A lo mejor, salir con la moto por la M30 a 190 Km/hora, encabronarse con el prójimo, o liarse a pedradas con el tejado del vecino, o... no sé, pero con esas ensoñaciones destructivas frustradas, nada bueno desde luego. Si es que estamos de atar, no me digas. Lo fácil y rápido que es destruir, lo probaron y les gustó. En lo difícil, sacrificado y costoso que es construir, seguro que ya no les interesa participar. Pues yo les obligaría a ello, para que supieran lo que es pan de dolor.
Pero si es que, desde que comienza, le despuntan los colmillos al verano. Llega junio, y resulta que es el mes con mayor índice de suicidios. Nada, nada, del otoño, nada, colega. Es junio. O sea que cuando llegan los días más limpios, y luminosos, cuando los escotes se tornan más generosos y largos, y las noches son más cortas... pues que además de comer cerezas, resulta que a la gente le da por el gustirrinín tanático de tomar las de Villadiego, y acortarse el camino de la vida ellos solitos, ya ves. Si el mismísimo verano lo empezamos con el fuego de las hogueras, en la noche de San Juan, pues eso, que ya me dirás que se puede espera de él. ¿Que el fuego es purificador?. Y una leche... el espejo de la destrucción y la barbarie, es lo que es.
Por eso no es de extrañar que, comenzado julio, con el sofocón ya descarao, a los desalmaos de turno, que los hay a puñaos, se les enreden las neuronas, y les emerja la veta loca que llevan dentro y, o matan al vecino por un quita-de-ahí-esas-pajas, o cabritera en mano se cargan a la parienta y acto seguido se cuelgan de la viga más cercana. Vamos que, te digo yo, que es como si el calor trastornase al personal más de lo que ya lo está, y con él, resurja la violencia contenida de la primavera, que la sangre altera, sí, pero menos.
Si es que no debieran de suspender la liga de fútbol en verano, hombre, que no, que ya me dirás tu que va a hacer la gente sin tener un arbitro del que acordarse de su madre, con motivo o sin él, que mas da. Y menos mal que, los de la liga antitaurina,  van de cráneo, que anda, que si encima del calor, les quitas los toros, es que aquí se prepara la de cristo es dios en un pis-pas. Oye, que parece que no, pero que si discutes con el de la reventa por el rejonazo que quiere meterte con lo que te pide por un tendido, que si la copa y el puro quemándote la boca, que si la bronca al gordo ese del picador porque sí, que si el silencio obligado porque está empezando con la faena de muleta... pues que eso desbrava y alivia tensiones. Y ya no te digo nada si encima el toro le hace una pifia al chaval y se le cuela a la menor buscándole la taleguilla... vamos, que el Uyyyyy!!!! ese, que te encoge el corazón, libera que no veas. Y si además, ya puestos, la ocasión se pinta para el vuelo de las almohadillas y una buena bronca al de la coleta, eso no es que libere, es que amansa.  
Bueno, ¿y de agosto que me dices?. Ese si que es el mes de los cabreos, de los lances ásperos con el vecino de toalla y arena, del montarle el pollo al camarero porque la cerveza no está todo lo fría que esperabas, o por la ración de boquerones que, me cagüen la leche, no termina de llegar. Es, por antonomasia, el mes del mirar atravesao, del que no te aguanto más, del vas a saber quien soy yo, delsepárate p´allá que hace calor, de las madrugadas que no llegan, espatarrao sudoroso en la cama, siempre demasiado pequeña.
Pero como todo veneno tiene su antídoto, para eso se inventaron las verbenas, que no se bien, si calman a las fieras o, en realidad, las idiotizan un poco más. Vamos, que contra el cabreo, pachanga, y para suave, el regatón. Y a brincar al son que toquen, que eso, si que me saca de quicio. Yo, que me jacto de que yo decido cómo, cuando y con quién, me monto la fiesta, es que no soporto que,  porque suene un chas-pum-pum de fondo, en cualquier plaza de pueblo a las tantas, o atrone la pseudocanción de la Bomba-vá  o lindezas similares, el personal se pueda aborregar de guisa tal que, extasiados todos, son capaces de hacer el ridículo mas espantoso con sus mariconadas, brazos en alto o haciendo la-conga-del-jalisco, agarrándose al primero que pase por allí, aunque no le conozca de nada. Al final, lo que cuenta y vale, es la bulla, que no es más que una sádica manera de joderle la paciencia al vecino, que quiera, y busque, entretenerse con su propio silencio, que es muy sano, intentando disfrutar del fresquillo de la madrugada.  
O sea, que el verano no me va, que me da grima, que a mi también me ataca.
Pero seamos francos. También su final me entristece un poco. Porque lo que de él me gusta es el gozar, con la mirada perdida, de esos cuerpazos, de esos hombros al aire, de esas caderas y sus andares, o de los ojazos esos en una cara morena, o ya puestos, de esas pecheras acanaladas, que dejan en pañales a cualquier torrentera. Y eso, con el final del verano se acaba, colega, que al fresco, todo se tapa. Lástima, que ya ha pasado otro, y no he logrado verle, a quien yo me sé, el percing. Que puñetera... pero esa sí que es otra historia.
Y ahora comienza el otoño, a Dios gracias, con su frescor, sus atardeceres, sus nostalgias... que viene lleno de proyectos, de solidaridad, de brazos a tirar de la misma soga... de recuerdos, de sueños, sí, pero también de esperanzas e ilusiones. Es la estación más humana, más calida y más íntima. Y de él, me encanta su sosiego, su sensatez, su reposada cordura... y el tener que taparme por las noches, arrebujado como una liebre en la cama, mientras el aire se hace sentir ululando en la puñetera caja de la persiana, siempre por arreglar. O el escuchar el chisporroteo de las ramas en la lumbre baja, o en cualquier brigada, a campo abierto.
Ya huele a otoño, bendito sea Dios. A otro que hemos llegado.



Correspondencia: eltuerto@semg.es

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