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martes, 14 de febrero de 2012

¿Me queréis decir que es un PAC?
 Por El Tuerto
Nos están acorralando, colegas, sin que nos enteremos, nos están acorralando.
-           ¿Y nosotros cuantos somos?: veintitantos.
-           ¿Y ellos?: unos quince mil.
-           Pues jodidos vamos…
 Recuerdo que cuando logramos, después de muchos años de fajarnos con la administración sanitaria de entonces, que nos fuera reconocido el derecho a establecer turnos de guardia para la atención a las urgencias, nos sentimos felices y contentos. Habíamos puesto… poco menos que una pica en Flandes y nuestro orgullo era comprensible. ¿Craso error?. No, hombre, no es eso.
Lo que pasa es que todo depende del ángulo en que te sitúes, para ver la perspectiva que obtienes. Tal te colocas, tal ves el paisaje. Ni mas ni menos.
Eso debieron pensar "los carpinteros" de la administración que negociaron; cuña por aquí, cuña por allá, hicieron su trabajo. Estaban amachimbrándonos y nosotros sin darnos cuenta. Empezaban a saber manejar la llave inglesa, y a cada movimiento nuestro, media vueltita de tuerca más. Y nosotros, como pardillos, sin enterarnos. Unos más que otros, claro. ¿Caímos en la trampa?. No lo creo, pero casi.
Los pacientes comprendieron, como nosotros, que se habían establecido turnos para atender las urgencias que surgieran; el pacto era el pacto y lo respetaban.
Con el tiempo, exigieron su derecho a utilizar también las urgencias por las tardes, dentro de un horario razonable, para cuadros que no lo eran y abrimos todos un poco la mano. Ser muy estricto, pensamos que no era adecuado… bueno, pues al poco, consiguieron incluso turnos de tarde para consulta ordinaria.
Después, pensaron que… si el médico estaba detrás de la puerta, mejor que me vea ahora, que no apuntarme a la cita previa de mañana, que lleva su tiempo. Y el médico, transigente, por eso de limar asperezas, aceptó, aunque de mal grado, implícitamente el pacto e hizo la vista gorda a la sobredemanda.
Y claro, peldaño a peldaño, se nos han subido a la chepa y el desborde es la norma: te es difícil discernir cuándo estás de guardia en urgencias o cuándo estás en consulta ordinaria. Apenas hay diferencia. Les hemos dado el pie y nos han cogido, no ya por el brazo, si no por el hombro e incluso, a veces, por el cuello. Se lo hemos puesto fácil, y ahora resulta que el sinsentido no es la excepción, si no la norma.
Total, que intentas poner un poco de orden en tanto desbarajuste y ni por esas. Quizás ya es demasiado tarde. El desmadre es el desmadre, y que no rechaces ver a alguien que acuda a urgencias, aunque sea porque "al salir de la discoteca he visto que el ojo izquierdo lo tengo un poco rojo, aunque no me molesta", demanda que te levanta de la cama y dicha por un chavalete de unos veinte años a las cuatro y media de la mañana, te exige el autocontrol necesario para no ponerle los dos ojos "moraos". Que a pesar de los pesares, si rechazas su demanda por absurda que te parezca, como te denuncie, te puede amargar la fiesta. Aunque sólo sea en paseos.
Claro, ante tal tipo de demandas, cachondeos incluidos, intentas ponerte serio y decir "esto es un servicio de urgencias y lo suyo no lo es" al tiempo que lo remites a su médico de cabecera. Pero cuando se entera la administración, te recuerda que no, que es un PAC, es decir, un punto de atención continuada, en toda su literalidad, con lo que tus razonamientos, te los tiran por el suelo.
Demasiado serio como para tomárselo a broma. Los pacientes, por así llamarlos, en esas condiciones, en puridad somos nosotros, no los que acuden. Y no es infrecuente que esas consultas ridículas, te quiten el tiempo y el sueño  necesarios para atender, con la celeridad y dedicación debidas, a las demandas que si constituyen una urgencia real. Además, te ponen de mal talante. Te queman. Le ves las orejas al burnout.
A veces tienes que aguantar lo indecible. Vivir para ver. Desde exigentes consultas con demanda a domicilio incluida, porque "no podemos abrir el frasco del jarabe que me ha mandado y no voy a ir yo hasta ahí para eso, venga usted", hasta la cotidiana consulta de la adolescente menor de edad por supuesta rotura del preservativo, que nunca se utilizó,  "y vengo a que me dé la píldora esa que dicen en la tele para no quedar embarazada". Y el reloj marca las cinco y cuarto de la madrugada. Y te acuerdas de su padre. Para mal, claro.
Nos lo deberíamos de tomar en serio y exigir el respaldo de la administración ante este tipo de actuaciones. En su mano está el resolverlo, sin dramas y con medidas sencillas, como por ejemplo: consulta diurna cuarenta duros, nocturna quinientas pesetas. ¿Verdad que son cifras miserables?. Pues con eso bastaría para disminuir la demanda, seguro, como poco a la mitad. O más.
¿Utopía?. Bueno, eso está por ver. No descartemos nada de entrada y menos con la demagogia de que ello supondría romper el principio de la gratuidad universal de la asistencia sanitaria.
De otro modo… nos acorralan, colega, nos acorralan.


correspondencia: eltuerto@semg.es

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