Vistas de página en total

martes, 14 de febrero de 2012

Oye, pues que va a ser que no


Por El Tuerto


Una parte muy importante del acto médico, es la prescripción de fármacos. Además de ser algo consustancial con la naturaleza de nuestro profesión, el médico es el único profesional, científica y legalmente, capacitado para hacerlo. Eso es lo lógico y lo normal, como también lo es el que, en cualquier país civilizado, el médico tenga plena libertad de prescripción, con el único objetivo de poder ser más eficiente en la atención que presta. Y para el médico, asumir esa libertad no es algo que le salga gratis, porque conlleva la asunción de fuertes responsabilidades deontológicas,  éticas, civiles, e incluso penales, con todas sus consecuencias.
Por eso siempre me ha preocupado que, el médico, acostumbrado a firmar decenas de recetas oficiales cada día, termine por hacerlo de un modo casi automático cuando, sin ser muy consciente de ello, justo en ese momento, se la está jugando. La receta es un documento médico legal donde los haya, y ya que, por la fuerza de la costumbre, no le tiembla la mano al firmar, debería de reflexionar antes de dar validez legal, con su rubrica, a ese documento.
No sé si te pasará también a tí, pero yo, al terminar la consulta cada mañana, tengo la amarga y extraña sensación de que mis prescripciones serán evaluadas más por el gasto que generan, que por el beneficio que depararán en la salud del paciente al que atiendo. Y eso, me produce una especial aflicción cuando receto, porque aunque lo hago de un modo consciente y teniendo como único fin el beneficio del enfermo, sé que a la gerencia mi trabajo le trae sin cuidado y que lo  evaluará en exclusiva  o casi, por el gasto que genero. Vamos, que si lo hago bien o mal, allá me las haya, que yo mismo, pero ojito con las pelas que empleo en ello que, por ahí, le duele.
Por eso, deberíamos de empeñarnos en encontrar la fórmula que permita coexistir, nuestra necesaria libertad de prescripción, con el que se nos aplique una evaluación lógica, objetiva y multiaxial, y no la basada sólo en el gasto. Porque, así como es imprescindible que nuestras prescripciones estén desligadas de los intereses y las presiones de la industria farmacéutica, no lo es menos el que también lo estén de los intereses económicos de la propia administración. Nuestro norte es el beneficio del paciente. Lo demás debe de ser, necesariamente, secundario.
Que todos somos conscientes del impacto económico de nuestras prescripciones es obvio, y por eso sería de agradecer que la administración dejara de darnos la vara, aunque sólo fuera para variar, con lo mucho que supuestamente despilfarramos.
Porque, mira, si es que fuera verdad lo de que hay un gasto excesivo en fármacos, cosa que dudo, pues vale, exijamos responsabilidades. Pero analicemos previamente a quién hay que pedírselas, ¿no?. Porque puestos a exigirlas, a lo mejor, las menos son las del propio médico prescriptor. ¿Que no?. Vayamos por partes.
En España, la cobertura de la asistencia sanitaria está garantizada por el Sistema Nacional de Salud, con la característica de que, además, es universal y gratuita. Precisamente por ello el SNS es, tanto la mayor fuente de empleo médico, como el mayor comprador de fármacos, necesarios para dar esa asistencia.
Por otra parte, la autorización, el registro y todo lo necesario para que un fármaco concreto pueda llegar a la venta en la oficina de farmacia, es responsabilidad en  exclusiva, del Ministerio de Sanidad. En esos trámites, ni pinchan ni cortan, a Dios gracias, para nada, las Comunidades Autónomas, lo cual es un alivio, que si no... Bueno, que si no, nada, que coño, seamos francos. Peor que lo hace el ministerio, es imposible. Ni así se lo encargaran, directa y personalmente, al destructivo tándem Carod-Ibarreche, lo harían peor, porque el ministerio lo hace rematadamente mal.
Luego, el SNS, incluye en su cesta de fármacos, ¿quizás como parte del precio pagado para su autorización?, a casi cualquier fármaco que la logre. Es decir, primero a pasar todos por ventanilla, y después, a tener opción de ser comprados por el SNS. Acto seguido, se pone ese fármaco al alcance de los usuarios, a través de las prescripciones de sus médicos. Vamos, que menos las pastillas Juanolas, que no se porqué no, el Vicks-Vaporub y pocos más, el resto, como médico del SNS, si mis pacientes los necesitan, puedo prescribírselos en las recetas oficiales.
¿Y entonces?, o sea... ¿si los prescribo la culpa es mía?. Venga ya...
Y si dijeras que la autorización para su comercialización es exquisitamente rigurosa por parte del ministerio, pues vale, pero qué va. Autorizar, autoriza lo que le echen, o poco menos, con tal de que pasen por ventanilla y se retraten. ¿Que de ese fármaco concreto ya hay 200 presentaciones?, ¿y qué más dá?, autorizan la 201 sin pestañear. Menudo morro. Y así, pasa lo que pasa. Por ejemplo...
¿Cómo es posible que se autorice la existencia de 355 presentaciones diferentes de ciprofloxacino? O ¿porqué 254 de amoxicilina-clavulánico? O ¿tienen lógica alguna 199 de omeprazol? O ¿para qué 230 de azitromicina? y ¿162 más de simvastatina?. Mi no comprender, colega. Mi, no comprender.
¿Que exagero?, que cachondo, o sea, que piensas que exagero, ¿eh?. Ya. Pues vete a www.portalfarma.com, Sala de Prensa, y allí al informe del Panorama Actual del Medicamento, que te vas a enterar, colega. Reírte, no te reirás, pero se te van a caer unos lagrimones... Te vas a deprimir, porque sentirás rabia e impotencia.
Ese informe, que recoge la verdad del estado actual de las cosas, es como para pedir la dimisión con carácter retroactivo de todos los ministros de sanidad que lo han sido. Incluida, claro, su renuncia a la jugosa pensión vitalicia que como tales, les haya quedado, porque si el resto de sus cosas las hicieron así o fueron incapaces de corregir tales desaguisados heredados, es que no valían ni para tacos de escopeta. Válgame Dios, que vergüenza. Léetelo, que merece la pena el mal trago.
De las 355 de ciprofloxacino, 182 son EFG, lo mismo que 82 de azitromicina o 60 de omeprazol. Y no sigo para no aburrirte. Allí, tienes todos los datos que quieras, para darte una jartá a llorar. El resto son marcas comerciales. Autorizadas todas.
Vamos a ser claros. Imagínate que mañana, yo mismo, por no poner a ningún otro por medio, tengo un mal levantar, vamos, que me da un pronto loco y se las juro a mi farmacéutico de referencia. Y cojo y me pongo a amargarle la vida prescribiendo cada vez un distinto omeprazol. O una de dos: o se trastorna él solito y viene y me parte la cara, o ya que lo he trastornao yo, encima le tengo que tratar del patatús. De tal sinsentido, no sería yo el único responsable, si no el SNS que me permitiría aprovecharme de sus propias barrabasadas. Y eso es posible, como consecuencia de la pasta gansa que el Ministerio de Sanidad se embolsa por cada autorización de otra nueva presentación o nombre comercial de un mismo fármaco. Eso imagino, porque quiero creer que alguna causa habrá para tal despropósito. Que no se alegue la libertad de empresa o de mercado, ni de coña, tú, que ya le vale la bobada.
Claro, en ese estado de cosas, es comprensible que los farmacéuticos, por boca de su Consejo General, demanden que la prescripción de fármacos se realice por denominación común internacional, ya que les es imposible mantener los stocks, por ineficientes, de tal número de presentaciones.  O sea... otros contra los médicos.
Farmacéuticos del mundo mundial, no nos enfiléis a los médicos de a pie en vuestros comprensibles cabreos, que nada tenemos que ver con ese disparate. Ni os pongáis de uñas, vosotros también, a presionarnos. Que no, farmas, que esa no es la solución. O bueno, a lo mejor para vosotros sí, no lo sé... Pero antes de que yo prescriba por DCI, dejarme que exija a la ministra unas premisas lógicas. En esto, o sí o no, ya veréis como nos ponemos de acuerdo.
Saltar, así por las buenas, de directora del Teatro Lírico Nacional a Ministra de Sanidad, tiene que ser un palo como para no peinarte durante días. No quiero ni pensar las diferencias. Me las imagino. Pero, ya que la ministra lleva sus mesitos en el cargo y habrá tenido tiempo de orientarse y empezar a controlar, me atreveré a confiarle mis puntos de vista, por si pueden serle de ayuda o al menos de reflexión.
El primero: el sistema de autorización de nuevas presentaciones, por absurdo, es insostenible. De continuar así, además de cabrear a los farmas, nos desesperará, ¿aún más?, a los médicos, nos costará a todos los que pagamos impuestos un pastón y entre todos, volveremos más majaras aún, a los pacientes. Vamos a ver ministra, mira... que queremos ponernos de acuerdo, mujer... escucha.
¿El tema de las prescripciones?. Precios de referencia, sí, de acuerdo. Pero no sólo para moléculas iguales, sé valiente coño, también para familias terapéuticas. Por ejemplo, todas las estatinas a tanto. Lo mismo me da que sea la prava, la atorva, la simva o la que pueda salir nueva pasado mañana. Si, hombre, si, es de cajón. Ahora mismo, lo que pasa es que una molécula nueva sale a la calle a millón, aunque no aporte en puridad nada de nada, digan lo que digan, y se lo autorizan. Y su prima de toda la vida, tan útil o más, a mil pelas. No puede ni debe ser así. Y ese precio de referencia, que será optativo para marca comercial, obligatorio para la EFG o DCI.
¿Prescribir por EFG? sí, de acuerdo. Pero además de que, de verdad, sean clones auténticos de la molécula original, claro, que lo doy por supuesto y no sé si debo... pues con una condición previa, sine qua non, en serio, porque si no, yo no prescribo ni uno. ¿Qué condición?: Un único EFG en la calle por molécula. Me da lo mismo que la fabriquen tropecientos laboratorios, vale, pero todos con idéntico cartonaje y, a misma forma farmacéutica, todo idéntico, tamaño, color, sabor... y precio. O sea, externamente sin distinción alguna del fabricante. A que está claro ¿eh?. Pues eso, como la aspirina en la mili. Se me quitará un peso de encima en la seguridad de que, por recetar EFG, mis pacientes no van a cometer más errores, que los confundimos con tanta cajita distinta. Bueno, yo no, que coños, eso el farma, con sus ofertas del mes, que esa es otra, que les prepara cada una que no veas. Tontitos  me los tiene.
¿Prescribir por DCI? Si, de acuerdo, nada que objetar, siempre y cuando se cumplan las mismas condiciones que para los EFG, es decir, que cada vez que yo prescriba un DCI, si existe EFG, la farmacia dispense la EFG y no una de marca.
¿Y entonces? Entonces digo yo, que con precios de referencia, todos a tanto, ¿por  qué me quiere obligar a prescribir por EFG? que incluso a veces son más caros y a los que tu propia experiencia pone en cuarentena. O ¿para qué voy a prescribir por DCI o DOE?. Que alguien me lo explique, porque lo que es yo... que no, que no doy más de sí, que no entiendo nada. ¿Al mismo precio todos? el original, sin duda.
Pues, la verdad, para ese viaje, no hacían falta tantas alforjas. ¿Tanto follón para esto?. O sea, al mismo precio, ¿original o garrafa?. Sí, si, que son iguales, vale, vale, no te cabrees... Bueno, pues por eso, si son iguales y al mismo precio, el original. No tengo ni la menor duda de que, en esas condiciones, preferiré prescribir por marca comercial, como siempre. Y además, de un laboratorio farmacéutico con la solvencia económica suficiente por si acaso. Al menos sé que podrá responder en el juzgado ante posibles demandas, y no un laborata piratilla nacido antes de ayer, al amparo del río revuelto, con rocambolescos orígenes comerciales.
¿Y entonces, lo del deseo de los farmacéuticos de que prescribamos por DCI?, ¿a qué ese empeño?. Ah!, ya sé. Pero que bruto soy, que no había caído hasta ahora. Claro, hombre, claro, ya entiendo. Lo que pretenden es que yo tire de DCI y así ellos podrán dispensar la marca comercial que mejor les convenga. Vamos, por ejemplo, de esas que, autorizadas por centenares, como no tienen salida alguna, le hacen ofertas mensuales, por cajones, a dos por una y tal. Si, o sea, de esas marcas que, un ministerio negligente ha autorizado con indiferencia, por eso de echarse al bolsillo unas perrillas más. Ya entiendo, claro. Negocio para todos, y los bofetones al médico. Vamos, que a nosotros, el papelón del malo de la película. Y tragamos sin rechistar, y si denuncias este caos, te arriesgas a que te llamen despilfarrador,   tarugo, insolidario, te quiten la productividad... Se aseguran de que individualmente te sientas coaccionado. Y cuando tienes los congojos a la altura de las amígdalas, eres incapaz para la autodefensa, te callas, porque no quieres follones, y te vuelves obediente y sumiso. Bingo. Te han acorralado. Ya eres manipulable.
Ya... ya entiendo, colega, no sigas.
Que no, o sea, mira, que no me tomáis más el pelo, majetes. O sea, que ni prescribir por EFG o por DCI supondrá motivo alguno para que bajéis los impuestos, ¿verdad?. Vamos, que hasta si os crecéis un poquito, nos los subís más aún, para tener con qué subvencionar... a industrias envasadoras de fármacos, de amiguetes, de esas que no producen, pero que venden a mogollón. Ya entiendo. Oye, pues que pensándolo bien, que me parece que no se te va arreglar. Oye, pues... como que va a ser que no.
Yo, al mismo precio, prefiero original a garrafa, igual que el Ducados hecho en la España peninsular, al traído de Canarias o al importado de Portugal, que aunque se llamen igual, ni se parecen. Los distingo porque, con un cigarrito, me quito el mono y de los otros, necesito como tres. Sí, le pego al Ducados, soy drogata, a cada cual a lo suyo. Soy de los tontos que pagamos cada año, con lo que nos cobráis por fumar, todo el presupuesto del Ministerio de Sanidad y del de Educación, juntos.
Os quejaréis...
¿A que dejo de fumar?.


Correspondencia: eltuerto@semg.es

No hay comentarios:

Publicar un comentario