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martes, 14 de febrero de 2012

La muerte como negocio
Me gustaría poder entender, como es posible que cuando recibes una llamada urgente al Centro de Salud con motivo de un accidente de tráfico grave, de esos en los que suele haber muertos, por mucho que corras, llegas más tarde que la funeraria. ¿Quién les avisa?. A veces se van, con la decepción marcada en su rostro, porque él médico dice que todavía vive. Las menos, porque quién les avisa está bien enterado de lo que está sucediendo en la cuneta.
Aparcados con discreción a una veintena de metros, no más, para que no se les cuele otro, esperan con el o los ataúdes, a que terminen los trámites médico legales para que su negocio comience.
En muchos países, en tales situaciones se utilizan bolsas de plástico para el transporte de cadáveres, o camillas especiales, con tapa, de acero inoxidable. Todo eso tiene un precio razonable y cumple correctamente su función.
Aquí, es diferente, todavía en muchos sitios. La funeraria lleva ataúdes de los de lujo, del lujo que sus empleados quieran, porque lo único que en esos momentos importa al resto de los mortales, es que alguien se lleve los cadáveres de allí, que molestan a la vista y al tráfico. Eso sí,  una vez utilizados los féretros, deberán ser pagados por quien corresponda. Es un negocio seguro. Aprovechan el desconcierto de los deudos, la desorientación de los supervivientes... la indiferencia de las autoridades medicolegales presentes.
Hacen de la tragedia ajena su agosto, en cualquier carretera, entre la chatarra.                       Al final, alguien paga. Siempre. Sin libertad de elección.
Y nadie protesta. Como a nosotros (toca madera), no nos pasa...
Los médicos, a los que se nos paga por tener la cabeza fría cuando los demás la tienen caliente, desde la ética, tendremos algo que decir ¿no?.


correspondencia: eltuerto@semg.es

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