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martes, 14 de febrero de 2012

La desazón de Aquilino

Por el Tuerto

Para una vez que puede irse de excursión Aquilino, a Barcelona para más señas, la vida le juega una mala pasada, y le obliga a regresar quince días más tarde que al  resto, y a medio pelar. Y sin apenas conocer la ciudad, con la ilusión que le hacia al hombre. También es mala pata, que para una vez que sale, casi no vuelve.
Aquilino es un hombre calmado, de los que no se asustan por nada. Habla despacio, porque él es así. Me cuenta que, al día siguiente de llegar, lo tuvieron que atender en plena calle los servicios de emergencias, por un dolor abdominal que le apareció de sopetón, así, sin más, y que casi se lo lleva al huerto. Total, que maldita excursión, pero sobrevivió y me lo puede contar. Mientras me va enseñando los costurones correspondientes, lo hace con calma, con una mezcla de exhibicionismo y orgullo, más propia del excombatiente con sus heridas de guerra. Es un hombre parco en palabras y nada tiene que reprochar a los que le atendieron, si no todo lo contrario, que le salvaron el pellejo por pocas. Pero es un hombre sentido, y según desgrana los hechos, intuyo mucha desazón en sus expresiones. Algo le pasa. Le noto tristón. Me trae un montón de papeles para leer, informes de los diferentes servicios y pruebas por las que ha pasado, y me los da como con pena: “Mire usted a ver si entiende algo de lo que me han hecho, porque lo que es yo...ahí no hay quien se aclare”.
En cuanto me pongo las gafas, empiezo a hacerme una idea de lo sucedido. Pobrito. Que si un tromboembolismo mesentérico, que si necrosis intestinal, consentimiento informado, al quirófano, y casi un metro de intestino a hacer puñetas. Que el resultado ha sido bueno, a la vista está. Bueno, eso creo, porque... mi no comprender, colega... mi, no comprender... ¿Que lo qué?. Pues te cuento.
El informe de los servicios de emergencias, garabateado a mano, en catalán. El consentimiento informado, en catalán. Los informes de las pruebas, en catalán. El informe de alta, en catalán. Y la dieta que trae, también en catalán. Curiosamente, los resultados de la analítica al alta, es lo único que no está en catalán, si no en inglés, que el aparatito se conoce que no está traducido, todavía. Todo en catalán menos eso, y la verdad, como no sé para qué coños vale el maldito RDW de la analítica, ni quiero aprenderlo, y es lo único que tiene bajo, pues del resto paso. Logro hacerme una idea aproximada de lo que en los informes se dice, porque hablo francés, portugués y español, con lo que, lo de entender el catalán, salvo palabras muy concretas, no me es muy difícil. Además, lo que no comprendo, lo intuyo en el contexto, o sea, que creo enterarme lo suficiente. Pero le digo que me cuente:
“¿Y qué quiere que le cuente? Si no sé nada... Ellos sabrán lo que hayan hecho, pero decirme, no me dijeron nada. Yo les hablaba, pues mire, como se habla por aquí, y ellos creo que me entendían bien, pero como cuando me contestaban el que no les entendía era yo, pues... bueno a una enfermera sí, que fue la que me dijo eso de, me tiene que firmar aquí que hay que operarle de la tripa. Y luego, cuando me dijo que me iban a dar el alta y que tenía que venir con los papeles a mi medico de cabecera, que él me explicaría. Y otro señor, que no sé si sería médico, que es el que me enseñó como tenía que hacer para respirar bien y no hacerme daño, que ese me fue a ver varias veces. El vecino de la cama de al lado, me dijo que no me preocupara, que allí es así, que él era de Valladolid y llevaba casi veinte años en Barcelona y que era la tercera vez que le operaban, que no me preocupara, que si la cosa se ponía mal, entonces me lo dirían en español, que si no, que tranquilo.”
A pesar del éxito medicoquirúrgico, el trato prestado a mi paciente no es de recibo. Ni serio. Ni humano. Ni tan siquiera cortés. Me imagino al pobre Aquilino, viudo sin hijos,  en su primera experiencia hospitalaria a los 76 años, fuera de casa, rodeado de gente a la que no conoce, sintiendo que está con pie y medio más para allá que para acá, en un entorno extraño, y me da una pena perra... Imagino su desamparo, su aislamiento, su soledad, sin nadie que le dé calor en la lengua que él habla, salvo su vecino de cama de Valladolid, o la enfermera para decirle que firme al pie de un documento que no comprende. Me resulta todo tan sinsentido, tan sin razón, tan absurdo, tan demoledor... Pobre Aquilino. Mi no comprender. Imaginar la escena, me provoca tristeza, y comprendo su desazón. Una gilipollez más, en aras del hecho diferencial. Nos estamos acostumbrando a demasiadas. El, ni protestó, y tenía todo el derecho a montarla, pero no lo hizo. Sólo se entristeció.
En la zona en que trabajo, con frecuencia atiendo en verano a desplazados de Cataluña que están de paso. Y me resulta chocante, lo reconozco, que al niño con anginas, la madre le coaccione a expresarse en catalán conmigo, mientras ella me hace de traductora simultánea, cuando resulta que, a lo largo de la exploración, con paciencia y tacto, y una pizca de cachondeo, no lo oculto, logro sin problemas que el niño hable en español conmigo. Es entonces cuando noto en la mirada de la madre, que si pudiera, en ese mismito momento se me tiraría a la yugular. ¿Porqué irritarse por utilizar nuestra lengua común?. ¿De qué avergonzarse?.  
Hoy leo en el periódico, que la Generalidad de Cataluña ha utilizado las historias clínicas para vigilar el idioma de los médicos y que para ello ha analizado nueve mil documentos contenidos en las historias clínicas de 846 pacientes. Que el 94% de los impresos y formularios internos de los centros sanitarios de Cataluña están escritos en catalán, que el 22.6% de los facultativos rellena esa documentación en catalán, mientras que el 69% lo hace en español, que el 39% del personal sanitario atiende a los pacientes en catalán, y sólo el 77% cambia al español si el enfermo usa ese idioma, y que el 8% de los médicos continúa hablando en catalán aunque el paciente le conteste en español. O sea, lo de Aquilino. Parece ser que, esas cifras, a los guardianes de la causa les disgustan profundamente y van a ponerse a apretar las tuercas a los sanitarios, hasta que les salgan a su gusto.
La Generalidad, si viviéramos en un Estado de Derecho, cosa cada día más dudosa, debería ser llevada, por la oreja, ante los Tribunales por el Fiscal de Guardia porque, para el estudio de esas 846 historias clínicas, se ha pasado por el arco del triunfo, o sea, por el forro de los caprichos, toda la legislación vigente. O sea, el fin, les justifica los medios. Por ejemplo, el artículo 18 de la Constitución, que garantiza el obligado respeto a la intimidad personal. Los artículos 197 y 198 del Código Penal, que castigan con penas de cárcel a los que vulneren la intimidad sin consentimiento del afectado. La Ley de Autonomía del Paciente, que establece expresamente que sólo el personal médico puede tener acceso a los expedientes clínicos de los pacientes. El artículo 10 de la Ley General de Sanidad que establece como imprescindible, la previa autorización escrita del paciente y el consentimiento del médico, si se utilizan para fines de investigación, y que en su punto 3, habla taxativamente del derecho a la confidencialidad de toda la información relacionada con su proceso y estancia en los centros sanitarios, tanto públicos como privados. El artículo 6 de la Ley de Protección de Datos, que obliga al consentimiento inequívoco del afectado. Los artículos 7 y 11 de la misma Ley...Y te citaría no se cuantos artículos legales más que la Generalidad se ha saltado a la torera. Y para más sorna y vejación, no estaba realizando precisamente investigación médica alguna, sino un estudio lingüístico, con el fin de tener las pruebas necesarias para ahormar, adoctrinar y amenazar al personal médico. Quiere que hagan todos y cada uno de sus actos ajustándose a las directrices de la Normalización Lingüística, que tan obsesiva y paranoicamente trata de imponer, también a sus médicos, lo que en román paladino, significa la imposición del catalán a todos los ciudadanos que se encuentren en Cataluña, aunque sólo sea de paso, como Aquilino. Entre los objetivos de esa normalización, sus mentores citan expresamente que lo hacen “en beneficio de la calidad del servicio, por lo que se incentivará la divulgación de la terminología catalana de las ciencias de la salud entre los profesionales”. Y si para ello tiene que patear cuantas leyes protejan los derechos del paciente, pues lo hace y punto. Ya lo ha hecho, por las bravas y con la sinrazón. Triste, muy triste. Además de ilegal, claro. Y nadie le pone el cascabel al gato. Pues bueno, pues vale.
Lo que sí quisiera pedir desde aquí, a mis colegas catalanes, es que, al menos cuando atiendan a pacientes con residencia fuera de Cataluña, por ejemplo a mis pacientes, tengan la deferencia de hacer los informes en español, nuestra lengua común, a cuyo conocimiento están obligados lo mismo que yo, para que no necesitemos traductores. De igual modo, yo me comprometo a no emplear, en mis informes, la jerga local, con la que si me expresara en este momento, no entenderían ni papa. Y esta no tiene ni diccionario, aunque se habla desde tiempos inmemoriales. ¿Vale?.
¿Y lo de obligar a cambiar los nombres al catalán, de los establecimientos abiertos al público, bajo multa?. No, si aquí todo el mundo es fuerte con el débil. ¿A que no hay güebos para hacerle cambiar el nombre al catalán al Corte Inglés?. A que no !!!
Si es que no hay nada tan contagioso como la estupidez y el desatino. Aquí, como maricón el último, pues ahora salen los chicos del BNG, pretendiendo legitimar los pilares de su nacionalismo en los Suevos. Te lo juro, en los Suevos... Válgame Dios que disparate. Sí, no te rías, coño, que así consta en el preámbulo de su proyecto de nuevo Estatuto que quieren sacar adelante. En los Suevos, por mi padre. Así que me imagino que cambiarán también las fiestas locales, y empezarán a celebrar, por ejemplo, en vez de la Fiesta del Señor Santiago, el 1600 aniversario del paso del Rhin por los Suevos, la nochevieja del año 406, o quizás quieran conmemorar el 1560 aniversario de su mayor expansión, que se cumple este año, puesto que fue en el año 446 cuando lograron ocupar los territorios de Gallaecia, Lusitania, Betica y gran parte del Cartaginense, mediante sus obispos y condes, según los libros de historia. Y ya puestos a desbarrar, otros echarán mano de los Visigodos, que les dieron para el pelo, o de los Alanos, mismamente, para reivindicar no se qué coño diferencial. Que estamos de los nervios, te lo digo yo.
Al menos Julia, la hija de unos amigos, ha vuelto a recuperar su sonrisa, porque ha encontrado plaza en Huesca. Algo es algo. Por su nota de fin de bachillerato, se quedó a las puertas de entrar en cualquiera de las Facultades de Medicina de por aquí. A una puñetera décima, vale, de acuerdo, pero no lo consiguió. Total, que como donde podía entrar era en la de Lérida, pues para allá se fue toda contenta a mediados de septiembre. Hija de profesores, iba a poder estudiar medicina, sueño cumplido. Ya, ya... Empezaron las clases, y con lo de la normalización lingüística, todo, de cabeza a rabo, en catalán. Así todas y cada una de las asignaturas, los libros de texto, los apuntes... y ella ni torta. Se desesperaba, porque aunque ponía todo su interés, una cosa era entender a los amigos en catalán y otra muy distinta era estudiar medicina en. A finales de noviembre, tiró la toalla. Se volvió a casa de sus padres a llorar. No había consuelo, hasta que a fin de año, llegó el cartero con la carta con acuse de recibo. Huesca le abría sus puerta. Se ha ido más contenta que unas castañuelas, ha recuperado su blanca sonrisa y ha empezado a amargarle la vida a su padre con lo de que quiere comprarse, para ya, la tabla de snowboard, el traje, las botas y no se cuantas cosas más. Pues que te lo compren, que coño, tu tranquila, que ya convenceré yo a tu padre.
¿No ves, Julia?. Cuando una puerta se cierra, otra se abre. Ya. Ya sé que lo jodido es cuando se abren diecisiete a la vez, pero todo tiene solución. No te quepa ni la menor duda.
Suerte, Julia.

 El resto de sus relatos breves accesibles pinchando aquí


Correspondencia: eltuerto@semg.es

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