Vistas de página en total

martes, 14 de febrero de 2012

Médicos con fronteras 
Por el Tuerto 
Son las cuatro y algo de la tarde de un día cualquiera y ya estamos a mediados de agosto. ¿A quien se le puede ocurrir ir conduciendo, a estas horas, más que a mí?. Voy pensativo, aunque hace un calor demoledor. La carretera, por llamarla de alguna manera, que es poco más que un camino comarcal pintado de gris, no se si a pincel, parece que se pega a las ruedas del coche. Mientras voy serpenteando por ella, todo lo verde que veo son jaras y tomillos, como de relleno entre los peñascales grises. El resto son tonos ocres de paja seca, de rastrojos y hacia el horizonte, algún verde mate de carrascos de encina. Todo harto de sed. ¿Árboles?, ni uno, ni los hay ni se los esperan. El camión de la leche le ha ido robando trozos, cada madrugada, a la carretera y me la ha dejado, brea si, brea no, con más calvas que la cabeza del Manolín, el alopécico más tela marinera de los de mi cupo. Ahí mismito, a mi izquierda, abajo del barranco, en condiciones normales debería escucharse el murmullo del riachuelo, pero hace que está en silencio desde ni se sabe. ¿Agua dices?, ¿qué es eso?. Sólo oigo las chicharras cuando, en las curvas, tengo que ir a veinte por hora porque para más guasa, hace que se me estropeó el aire del coche más de tres años, y llevo las ventanillas de par en par. El mecánico me hizo un presupuesto de cuarenta mil duros, de los de entonces, y le dije que, con eso, tenía yo para comprarme cuatrocientos abanicos. Al final, claro, ni aire ni abanicos, y ahora sufro las consecuencias. Llevo la espalda soldada con el asiento y, de vez en cuando, noto por la canaleta de mi delantera, que eso si que es una torrentera como dios manda, el cosquilleo de las gotitas de sudor bajando.
De fondo, la radio me acompaña, como casi siempre, mientras me pregunto quién coños estará a estas horas escuchando lo mismo que yo. Al que lo esté haciendo en la playa, achicharrao al sol, que lo fusilen, que delito tendría dejar de oír el vaivén de las olas por escuchar esto, a esta horas.
De repente oigo la misma frasecilla que hace cinco minutos y que oí cinco minutos antes y me quedo más tieso, agarrado al volante, que un gato de escayola. ¿He oído bien?. Sí, claro que sí: “Amena, tu libertad”.Lo han dicho, lo han dicho. La madre que los parió... Claro, como estamos acostumbrados a oír sandeces similares cada dos por tres, pues no le damos importancia salvo en momentos místicos, como ahora, en los que voy conduciendo pensativo.
Pero estarás conmigo en que la frase se las trae, ¿eh?. Y lo han vuelto a repetir, si serán cabritos:“Amena, tu libertad”. Como mi libertad sea esa, ya comprendo yo porqué me siento, de cuando en vez, más jodido que Segismundo en su mazmorra. Y a la cabeza me viene aquello de Calderón:
         “... en llegando esta pasión, un volcán, un Etna hecho, quisiera arrancar del pecho                   pedazos del corazón: ¿que ley, justicia o razón, negar a los hombres sabe, privilegio            tan suave, excepción tan principal, que Dios le ha dado a un cristal, a un pez, a un           bruto y a un ave...”
Pues eso, y me cabreo, ¿cómo no me voy a cabrear?, cuando pienso que, poco a poco, la vida nos va troquelando premeditada e irresponsablemente, a mí, a tí y a todos, para que al final, palabras tan bellas como “libertad” terminen sonándonos a hueco. Entristece pensar que, a este paso, acabaremos todos irremisiblemente convertidos en marionetas idiotizadas, de pensamiento único y ajeno. Pena mora, la mía !. Sálvese quien pueda.
Será una pijada, vale, pero yo es que con esas cosas me duelo, y me revuelvo como un novillo en varas, qué le voy a hacer. Me disgusta que palabras tan bonitas se manoseen, coño, que al menos para eso vivimos en España y somos el país del mundo con más toreros por kilómetro cuadrado. Y eso tiene su qué, que aquí manso, ni dios. ¿O no?. Así que a protestar, que es lo nuestro.
Y libertad tenemos que tener todos, incluso los que no tengamos Amena. Lo dice hasta la Ley General de Sanidad, léetela, y mira con detalle eso de que el paciente tiene libertad y derecho, por ejemplo, a elección de médico y centro. Dicho lo cual, perdona que me parta a reír: Ja, ja, ja... Oye, en serio.
Por ejemplo, accidente de tráfico, carretera cortada. Baja el helicóptero, que hay uno para pocas, con la cabeza que no sé yo que tal. Candidato firme a neurocirugía. Se lo llevan no sin antes identificarlo por lo que se puede.
-         Oye, y el pirao ese ¿para dónde va?... coño... que te digo yo que Madrid está para allá y no hay ni 30 kilómetros.
-          Ya, ya... pero es que han visto que el paciente no es de esta autonomía y su servicio de neuro de referencia está para el otro lado, bueno... a más de 180 kilómetros, pero para allá va, porque he oído que la poli está hablando ya con ellos de que les va a llegar.
Me quedo perplejo. No me lo puedo creer. Ostras, que fuerte, tú. ¿Que no?. Pues que sí, que así es, si así os parece. Creetelo, que es peor.
Por ejemplo, infartazo en plena calle y al hospital con el 112. Dos días después se informa a la familia de que la enfermedad de tres vasos que presenta, necesita de fontanería urgente... y de que se le pone, para ya y corriendo, ambulancia medicalizada hasta el límite de la autonomía, donde le recogerá la otra para llevarlo a su cardiovascular de referencia. ¿Que no hay cirugía cardiaca allí mismito?. Que te lo crees tú, colega. Te lo diré yo...
Por ejemplo, guantazo soberano al salirse de la carretera en un despiste. Es un desplazado que ha empezado con mal brazo las vacaciones, porque menos el pie, el resto lo tiene morado. Traumatismos varios y un brazo a la virulé, troceadito por aquí, por aquí, y por aquí. Alta tras cuarenta y ocho horas de observación y curas, con una escayola para sujetar el desvarío que le ha quedado... y con la advertencia seria de que acuda lo antes posible a su hospital de referencia, a cuatrocientos y pico kilómetros, porque lo que le han hecho es un apaño temporal y necesita quirófano para clavos, chapas y tornillería variada. Digo yo, en plan guasón, que a lo mejor lo manden para allá porque allí hay altos hornos y la ferralla será mejor, no lo sé. Se me queda cara de tonto cuando su padre me lo cuenta, con unas radiografías que dan grima sólo verlas bajo el brazo, y viene a pedirme que le ponga una ambulancia urgente para llevárselo, que su hijo está fatal, y que le dijeron que “eso se lo arregla su médico de cabecera”. Y yo, ni soy su cabecera, ni puedo ponerle la ambulancia para irse a su autonomía, ni...
¿Más?. Glaucoma, perro y malo como él solo, que quiere dejar ciega a una mujer de 70 años. Sus oftalmólogos de referencia, tras la intervención, le reconocen a los hijos que el caso les desborda, que no se atreven a más, que la cosa va mal y ellos ya no pueden hacer más, que miren a ver si en otro lado, que antes, los casos como éstos los enviaban a... pero que ahora ya no pueden, que lo de las autonomía es así... Los hijos, aquí y allí, empiezan a mover los hilos, inspección médica, llamadas, consultas telefónicas, buenas voluntades... no hay nada que rascar. Le envían hasta un fax al Consejero de Sanidad... Al final logran que de chanchullo, por influencias, bajo cuerda, que si el amigo aquel de fulano, que creo que... y logran que un ángel acuda en su auxilio disfrazado de oftalmólogo, precisamente en aquel servicio de aquella autonomía a la que ya no pueden derivar los oftalmólogos de origen, y que jugándosela, pero de verdad y con su propio hospital, se hace cargo del caso y se puede empezar a vislumbrar la luz al final del túnel, nunca mejor dicho. Cuando ya está la cosa encarrilada, eso sí, el propio Consejero se pone en contacto con ellos para... pero ya es innecesario. Y me pregunto yo qué hubiera sucedido si los hijos no hubieran tenido güebos para mandarle el fax de denuncia al Consejero, ni amigos entre bambalinas que tiraran de los hilos, ni la suerte de encontrar de estrángilis al contacto adecuado. ¿Habría que haber esperado a que el glaucoma se hubiera apiadado de los ojos de la mujer?. ¿O mejor, haber solicitado la subvención para el perro lazarillo y el bastón blanco ya de entrada?. Venga ya, hombre, venga ya...
Pues lo de la salmonela de los pollos precocinados, la misma coña, tú. Que si la administración central, que si las consejerías autonómicas, y mientras tanto los pollos a picotazo limpio en los intestinos de más de 2000 personas. Y sale la ministra, once días después del caos, y dice que “a partir de ahora” las comunidades autónomas tendrán la obligación de comunicar al ministerio los brotes que se produzcan. ¿Cómo que “a partir de ahora”?, siempre lo fue. La descoordinación ha sido, es y será, inmoral... salvo que se pongan ya de una vez fronteras a los productos de cada cual, cosa no improbable ni lejana.
¿Y lo del incendio de Guadalajara?. Los bomberos de Soria no pudieron “entrar” allí, porque en el límite autonómico se lo impidieron. Y doce horas después solicitaban ayuda a Francia. Vete a hacer  puñetas, hombre... ¿qué pasa?, ¿es que estamos majaras todos?.
Maldita sea la hora en la que transfirieron la sanidad o los servicios contra incendios, por ejemplo. ¿Habrá que centralizarlos otra vez?. Pues hágase,  moleste a quien moleste, y a los variopintos nacionalistas, si no les gusta, que les den. ¿Vale?. Todo, menos este cachondeo rampante y canalla.
Pues ya verás ahora, con lo de las autonomías partiéndose la cara con lo de,  cómo y quién, tiene que pagar las facturas de la sanidad. Es de suponer que las cosas empeoren y me imagino que las pseudofronteras interautonómicas se blindarán y fortificarán hasta lo indecible. ¿Habrá que poner alambre de espino entre unas y otras? ¿O directamente muros de hormigón tipo israelí  y nos dejamos de medias tintas?. Digo que, ya puestos, podríamos hacer un referéndum con ello, eso sí... para levantar los muros físicos futuros o para tirar los presentes virtuales. Nos íbamos a sorprender. Unos más que otros.
Y ahora empiezan a hablar de que si subir los impuestos de tabaco, alcohol, combustibles y electricidad para pagar las facturas de los servicios de salud respectivos. Ya estamos, mira qué. ¿Pero no decían los del gobierno de ahora que eso eran proposiciones indecentes del PP, y que ellos no subirían los impuestos?. Claro, que los que lo prometían, entonces ni soñaban con subir al poder, hay que comprenderles. Pero ya ves tú, qué vueltas da la vida y como se llevaron la sorpresa y ganaron, ahora quieren apretarnos el nudo de la corbata. Pues yo propongo, que puestos a ser prácticos, que se suban los impuestos a los huevos (de las gallinas, hombre, de las gallinas) y al jamón, al queso, y a los langostinos, que tienen mucho colesterol, ¿no?.
Pero que se pongan de acuerdo de una jodía vez, aunque sólo sea para pactar el modelo definitivamente común de la sanidad, que esa es otra, y ya de paso, pagar las facturas. Y si hay que dar marcha atrás y centralizar las cuentas, la sanidad y los bomberos, pues que lo hagan de una puñetera vez.
Y si no, que sepamos demandárselo.
O mejor... que les den. A todos.


Correspondencia: eltuerto@semg.es

No hay comentarios:

Publicar un comentario