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martes, 14 de febrero de 2012

Vete remangando... 
Por El Tuerto 
Recuerdo que fue un día tranquilo y luminoso. El sol, que entraba por el ventanal que da al monte, hacía resaltar una gama infinita de tonos verdes y ocres. El final del verano se presentía. Recuerdo que estaba comiendo, con la televisión metiendo bulla al fondo. Y yo, con un montón de cosas que hacer para esa tarde, que pena, con lo que me apetecía salir al monte, a sudar un poco con los perros, a oír el ruido de mis propias pisadas entre sus jadeos, pero no iba a poder ser.
Instintivamente busqué el mando para apagar la tele. Eran casi las tres de la tarde de un martes, once de septiembre. De dos mil uno, para más señas. Cuando la iba a apagar, de repente, el caos. Adiós al sosiego, a mis trabajos pendientes y a tantas cosas...
Fue todo en exceso bestial y súbito. Las primeras imágenes y el tono preocupado del locutor, me hicieron saltar en la silla. Todo aún era confuso. Testarudamente irreal y confuso. Busqué nervioso el transistor. Mientras con el móvil, sujeto entre la mejilla izquierda y el hombro, avisaba a los míos, me conecté a Internet y, al unísono, inicié un zapping frenético y compulsivo por todas las cadenas. En un momento dado me di cuenta de que, con el tenedor, no pinchaba en dos de cada tres intentos. En realidad no miraba al plato. Se que tomé varios cafés a lo largo de la tarde, que comí lo que tenía a mano, pero no recuerdo como pude preparármelo sin dejar de buscar, al unísono, en todas las fuentes de información a mi alcance, allí, desde mi comedor, en medio del monte. Se me olvidó echarle a los perros, a los gatos, a las palomas…
Lo que estaba pasando a miles de kilómetros, exigía dedicación exclusiva y absoluta. Prioritario total, porque nos iba a salpicar a todos. No me moví de allí en toda la tarde. Absorto e indignado, asistí en directo, como millones de personas, con los ojos como platos, a un acontecimiento brutal, cruel y estúpido. Al fin de toda una era.
A las dos y cuarto de la madrugada me fui a la cama, con la radio siempre al fondo. Me recuerdo moralmente descolocado, abatido, rabioso. Cuando apagaba la luz, pensé, que en esos mismos momentos, paradojas de esta puta vida,“en-no-se-donde”,otros “supuestos-seres-humanos” estarían relamiéndose por su sanguíneo festín, alegres y satisfechos de los resultados de su salvajada, tan atroz, tan estúpida, tan cobarde... Los imaginé regocijándose, sin rubor, por el sufrimiento de todos, por el de cada inocente que acababan de sepultar bajo millones de toneladas de escombros, cubiertos por un polvo grisáceo, espeso e irrespirable. Que terrible injusticia. Inocentes, rotos y aplastados. Felices y contentos, sus verdugos. Incompatibles, irreconciliables...
Mientras me dormía supe que, por los siglos de los siglos, habría un antes-de y un después-de aquella canallada. Para mí y para todos, en todo. Sin posible retorno. Ya nada volvería a ser igual, en nada. Nunca. Las consecuencias de lo presenciado en tiempo real por miles de millones de personas, eran previsibles.
De aquello ya hizo dos años y pico, pero vivimos, siempre viviremos, con las secuelas de aquello metidas salvajemente entre cuero y carne. Per secula seculorum. Entre otras, la búsqueda a cualquier precio de la seguridad.
De aquellos polvos, de aquel bofetón en todos los morros al país supuestamente más seguro y poderoso de la tierra, vienen estos lodos. Y sin darnos cuenta, como de tapadillo, todos los padecemos, porque desde entonces nada más prioritario que la seguridad colectiva, incluso por encima de la libertad y los derechos individuales. Que barbaridad. Esta especie de axioma, lo embadurna todo desde entonces. Y lo enturbia. Por la seguridad. 
Consecuencias... Se sabe, que uno de los pilares fundamentales del poder, es el de la información, porque de ella, se deriva la seguridad que, en cascada, permitirá la libertad individual. Por lo tanto, la libertad es una consecuencia de la información que necesita tener el poderoso para sentirse seguro, para controlarlo todo. O dicho de otro modo, el poderoso bien informado, tiene la suficiente seguridad como para otorgar el gozo de la libertad al individuo. Pero también es cierto y doloroso, que no hay libertad si el poder se siente inseguro porque carezca de la información necesaria. Y para conseguirla, si hay que patear derechos, se patean, sean los que sean.
En este batiburrillo que conforman los conceptos información, seguridad, poder y libertad, si uno falla, caen todos como un castillo de naipes. Y lo cruel, es que los derechos individuales están, necesaria e íntimamente, ligados al concepto de libertad, es decir de seguridad, osea... de información, de tal modo que sin esta no existen aquellos y viceversa.
No, esto no es un lioso juego de palabras. Es la razón de los recortes que, en los derechos, en cualquiera de ellos, todos sufrimos desde entonces. Y sufriremos. Desde el once de septiembre las cosas han cambiado mucho y para mal. En todo. Y en derechos individuales, ni te digo. Osea en libertad. Pero no solo aquí, ¿eh?, en todas partes.
Que, ¿qué tiene que ver esto con la sanidad?. Pues mucho, en cuanto que asistimos a una pérdida de derechos individuales, por la búsqueda obsesiva de información, que dará la seguridad que el poder necesita, y así seguirá, mordiéndose la cola, esta absurda ruleta sin fin. Osea, perdemos todos. Osea, desde entonces, el Ojo del Poder, el Gran Hermano, pero a lo bestia, está empeñado en saber todo de todos. Vaya, que eras libre y tenías derechos, hasta que Osama apareció y lo jodió todo, torres gemelas incluidas. ¿Vale?.
Mira si no lo de la receta electrónica, que está a la vuelta de la esquina. Mira lo de la Tarjeta Sanitaria Individual que ha sido aprobada. Mira lo de las Mega Bases de Datos de Historias Clínicas que están al caer. Mira, o mejor no mires y ponte a llorar. Pero que sepas, que mirando para otro lado te la van a dar igual. ¿Que a lo mejor te duele menos?. Ni te lo creas, loco, todo lo contrario.
Tenemos que plantar cara, porque si no, nos la van a dar. Sí, a tí también. Bueno, a tí, a mí y al obispo de Roma. Se han vuelto locos con la obsesiva idea de la seguridad y están dispuestos a patearnos a todos con tal de poseer la información, tuya y mía, que los haga sentirse seguros. ¿Parana?: no, real.
Por eso, no podemos tolerar lo de la TIS. Aprobada con indefiniciones básicas, porque así podrán hacerla cada cual a su medida. Con la ley en la mano, podrán incluir en ella cuantos datos deseen de tí, sin tu consentimiento, por supuesto, faltaría más. O traspasarlos a terceros. Échale !!!. Y encima, dependerá de en qué autonomía vivas porque, cada una, ampliará, o no, los datos según su conveniencia. Manda güebos. Bueno, hace un rato, oyendo Radio Nacional de España, se anunciaba a bombo y platillo, que a partir del uno de junio se emitirá la TIS con formato europeo, válida para toda Europa, y el locutor todo ufano, como alabándola, terminaba diciendo... “y en su chip incluirá los datos relevantes de la historia clínica del paciente, sin que éste deba preocuparse de nada cuando vaya a cualquier país”...
Hombre, por un lado tiene razón porque, por ejemplo, no tendrás que preocuparte de buscar hotel en Nueva York, porque como no te dejarán entrar en EEUU si pone que eres VIH positivo... ¿Que tienes tuberculosis?, pues no te preocupes, que en un montón de países, ni te dejarán pisar... Con que homosexual,¿eh?... pues bórrate los países árabes de la cabeza... Sí, ya, al menos no te lapidarán por ello, porque ni podrás salir de Barajas hacia allá. Que locura. Que cabronada.
Y lo mismo con la receta electrónica. Y aquí todos calladitos. Nada, hombre, tranquilo, haz como si no pasara nada. Que más da...  
¿Y lo de las Mega Bases de Datos?. Que horror. Eso si que será un fichaje colectivo, en toda regla. Todo escudriñado, todo registrado, todo vigilado. Y lo que me pone de los nervios es, que encima, cuando hablas con más de un compañero del tema, los ves como tranquilos, como indiferentes con lo que suceda. ¿Impotentes?. Claro, hasta que le hablas de la posibilidad de que una de sus hijas haya abortado, o tenga un proceso psicótico, o se meta pastillas los fines de semana, o... y le recuerdas que, a lo mejor, se enterará de ello por Internet cualquier día. Entonces si. Entonces salta, se pone rabioso... “eso será para los demás, pero no para los míos”. Ya. No conozco a ni un sólo compañero que esté dispuesto a que su historia clínica esté en esas Mega Bases de Datos “tan seguras”. ¿Porqué será?.
Y lo paradójico es, que con la llegada de la Transición, en España fue obligatoria, por ley, la destrucción de los antecedentes penales y policiales de todos. Y se hizo. Si eso llega a ser ahora, ni de coña, tú. Los enmarcarían.
No me alegues que el acceso será restringido, aunque solo sea para que no me parta el pecho a reír, hombre, que aquí nos conocemos todos, y ya no creemos en la bondad del prójimo ni con el Espíritu de Navidad de la mano. ¿Que tú sí?. Entonces eres un insensato. ¿Seguridad, dices?. Vamos...
Mira lo que ha pasado con el código fuente del Windows XP, por ejemplo, que ya te lo puedes bajar por Internet. ¿Que te parece?. Y eso que era más secreto que la fórmula de la Coca-Cola. Bueno, ¿y lo de la caja fuerte para el juzgado de Pozuelo?. Sí, claro, necesitaban guardar el documento de divorcio de la futura Reina de España, ya... pero coño, ¿no está en un Juzgado?. Entonces que no harán con tu historia clínica, colega, que no harán. O con la mía.
En una reciente sentencia, la Audiencia Nacional ha condenado a Telefónica a pagar cuatrocientos veinte mil euros, a propuesta de la Agencia de Protección de Datos, a un abogado, por ceder aquella sus datos personales a una filial. Y sólo eran sus datos personales, que no intimidades. Dijo la APD, que...”en modo alguno pueden utilizarse datos personales de los abonados para finalidades distintas de las aducidas para su recogida, aunque sean compatibles con otros fines”. Toma ya.
Y remachó la sentencia de la Audiencia Nacional que el perjudicado...”tiene derecho a tener control sobre sus datos personales, aunque no sean referentes a su intimidad”. Y para mayor claridad, continuó ...”porque el derecho a la protección de datos se configura como un derecho independiente del derecho a la intimidad recogido en la Constitución”. Muy bueno, tú, muy bueno.
Vale, pues entonces que alguien me explique porqué no han metido a todos los del Osabide a la perrera y con grilletes, con la que han montao recogiendo sin consentimiento alguno las historias clínicas de los médicos del Osakidetza para centralizarlas en una Mega Base. Sin consentimiento alguno, ni de pacientes, ni de sus médicos, ni de nadie... y encima les putean la vida a Angel Ruiz Tellez o a Paz Pérez de Gortari, médicos que han tenido el valor y la honradez de plantarles cara, a sabiendas de que se la jugaban. Y se la han partido.
Yo es que no entiendo nada, coño, no entiendo nada....
Bueno, sí, ya veo por donde vienen los tiros. El próximo paso, ya sabes... vete remangando, que de aquí a que te marquen con un número el antebrazo tipo los nazis a los judíos, cuestión de meses. Vete remangando, que te quieren tatuar, tío, sí, como al ganado...Y te intentarán convencer de que es por tu propia seguridad, hombre, que te puedes perder y no saber volver a casa...
Pues, ¿sabes lo que te digo?: que estoy hasta los mismísimos de la tarjeta individual sanitaria, de la receta electrónica, de las mega bases de datos de historias clínicas, de los registros del Tair, de los listados de pacientes con patologías para enviar a la gerencia... alcohólicos, sida, tuberculosis...
Esto es de locos. La última: Unidad de Salud Mental de Valencia, que pide a los  médicos generales de su ámbito geográfico, que les envíen los listados nominales de las personas de su cupo con patología psiquiátrica “para poderlos controlar mejor en lo sucesivo”. Que insensatez, que locura, que indignidad...
Vete remangando... y que Dios nos coja confesados.



Correspondencia: eltuerto@semg.es

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