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martes, 14 de febrero de 2012

Cuarenta horas y... punto
 Por el Tuerto
Huy que morro... huy que morro... desde luego...
Por derecho: La administración tiene un morro que se lo pisa. ¿Alguien lo duda?. Yo no, desde luego, pero es que creí que las cosas estaban cambiando, que... en fin, que la vida da muchas vueltas y que todo es perfeccionable. Pero no. Estos, los otros y los que no subirán nunca al poder, son más de lo mismo. Nada de los mismos, con los mismos collares. No, en eso no se parecen: unos eran galgos, otros son podencos. Pero lo que tienen idéntico es el morro. Eso sí, ya ves: idéntico, tú.
En 1982, lo escribí por primera vez en letras de molde: “quiero trabajar cuarenta horas y punto”. El periodista que lo publicó, entre sonrisa y sonrisa, lo reflejó fielmente en su periódico y casi me busca la ruina: los compañeros me miraban con un sesgo entre canalla y socarrón. Poco menos que tenía que agachar la cabeza cuando me cruzaba con ellos en el sindicato. ¿Pero que dice este loco?.  Si no me mordían era de milagro.
Pero hoy quiero repetirlo, veinte años después. (Dios, veinte años después...)
Bueno, desde entonces ha llovido mucho y pienso que las cosas van a cambiar. La directiva europea de marras, está ahí, a la puerta llamando. No me jubilaré sin verlo, que gozada... ¿Gozada?. Ya, ya... eso me creía yo, infeliz de mi.
Leo en la prensa médica, que el borrador de la ley de transposición de la Directiva 93/104, que reconoce el derecho a no trabajar más de cuarenta y ocho horas semanales, para el Ministerio de Sanidad y Consumo, apoyado por el Consejo Interterritorial, no implicará reforma retributiva alguna y que quienes se acojan aese derecho, verán menguados sus ingresos.
Ostras. Vamos por partes.
Primero: Oiga, que yo no quiero trabajar cuarenta y ocho horas. Quiero cuarenta y... punto. ¿No me oye o no quiere oírme?. Y cuando en vez de cuarenta se logren las treinta y cinco horas semanales para todo trabajador,  pues treinta y cinco y punto. Ni una más. ¿es que no quiere oírme, coño?. Además, las cuarenta y ocho horas deben ser tope obligadamente máximo, no mínimo.
Segundo: Soy médico. Si, médico. El chico de los recados es otro. Yo, le repito que soy médico, así que no quiera pagarme lo que al otro. ¿Necesita que le recuerde lo que he tenido que hacer para llegar hasta aquí?.Sabe además, puesto que usted me contrata, la responsabilidad que conlleva mi ejercicio profesional. Por cualquier error en mi función, puedo terminar ante el juez de guardia, que me exigirá por él indemnizaciones multimillonarias. Bien que lo sabe, porque desgraciadamente a veces sucede. Y a tal riesgo, que porque elegí libremente mi profesión asumo, tal nómina. Lógico criterio de proporcionalidad. La dignidad, el esfuerzo, la responsabilidad, la competencia profesional, el riesgo asumido... deben reflejarse también en euros. Digo.
Tercero: Actualmente, para poder llevar un sueldo decente a casa, cualquier médico tiene que hacer más horas de guardia que los serenos de antaño. Y aún así, se las ve y se las desea. Como ahora deje de hacer esas guardias... ¿cómo sostiene a su familia?. No. No sea gracioso, que además, no puedo trabajar en otro sitio, oiga, que cobro la exclusividad. ¿Me quiere decir que hago entonces?. A este respecto, un amigo médico, made in usa, no salía de su asombro: “¿qué les pagan a ustedes porque no trabajen más?. Spanish is different”, decía el jodío… “Spanish is different”. Y tanto, majo, y tanto.
Cuarto: No me venga ahora con “lo que ganan los médicos”, no me cuente milongas: lo que yo gano como médico, es público, y mire lo que será, que hasta en los pasatiempos de las revistas lo utilizan como acertijo. (Ver el semanal de El Mundo, domingo, cinco de agosto 2001. Pregunta: ¿Qué médicos tienen los sueldos más bajos de toda la Unión Europea?. La respuesta correcta: la “c”, osea... es obvia: los españoles). Por si lo anterior fuera poco, abundan los artículos en la prensa,... (no en la profesional, no, en la general)... como “los médicos españoles ganan la mitad que los portugueses” y cuestiones por el estilo. Es hiriente, que incluso en países con una renta per cápita menor a la nuestra, sus médicos, en el peor de los casos, en euros constantes nos doblan en el salario. Vamos, que como para compararnos con los chóferes de los autobuses con alas. Lo que cualquiera de ellos gana en un mes, lo gano yo... en unos seis o siete. ¿Y la responsabilidad suya qué?. Es obvio, infinitamente mayor la mía. ¿O no?.
Por eso, cuando leo las supuestas declaraciones de Carmen Navarro, directora general de recursos humanos del Insalud, diciendo en la prensa profesional que el médico que elija trabajar “sólo” cuarenta y ocho horas, verá menguados sus ingresos... es que se me abren las carnes.
¿Quién es su médico?. ¿Con que cara acudirá a él?. ¿Se sonrojará?. ¿Entrará en su consulta mirando al suelo?. Si yo fuera su médico, ahí, donde hacemos constar los “JD”, osease, los juicios diagnósticos, tengo clarísimo lo primero que le pondría: Un morro que se lo pisa, señora, (y repetiría por lo bajini), un morro que se lo pisa.
¿O es que ella estaría tranquila a sabiendas de que el médico que va a atender a su hijo lleva cuarenta y ocho horas de guardia, una detrás de otra, para procurarse un salario medianamente digno?.
Entonces, con todos mis respetos, que la echen de su puesto. Por madre irresponsable. 
        
Correspondencia: eltuerto@semg.es

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