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martes, 14 de febrero de 2012

Lo confieso, he visto House

Por El Tuerto

Quizás sea porque, dicen, que Dios creó al hombre a su imagen  y semejanza. No lo sé, pero tal vez ahí, resida la clave de porqué los humanos somos, tan  raritos como somos. Si de tal palo, tal astilla, de un Dios al que ni Él mismo comprende a veces, por sus aparentes ausencias, por sus despistes, por sus olvidos, por su conducta permisiva, no me extraña que hayamos salido, las astillas, como hemos salido.
Por ejemplo, algo que con frecuencia me pregunto es, porqué cada cual tenemos las filias y las fobias que tenemos. Y una vez más, me reafirmo en eso de lo raritos que somos todos. Sí, ya sé que dicen que el psicoanálisis, tal vez podría ayudarnos en eso, recolocando cocos por doquier, pero que yo no me lo creo. ¿Qué somos el producto y la consecuencia de nuestra propia biografía?, vale, pero, que no sólo de ella, es evidente. Cada cual, salimos como salimos, y no sé porqué, me parece que muchas veces, nada tienen que ver en ello nuestras propias vivencias, ni incluso las que tuvieran nuestros antecesores. Somos la leche, aunque no hayamos salido de una teta, ya ves que misterio. ¿Y lo poquito sabemos?… Me gustaría comprenderme, pero hay veces, que ni yo mismo. A ver si te lo explico.
Por ejemplo: Si me pone tenso el volar en avión, que me da miedo, coño, que lo reconozco, ¿porqué siempre me pido ventanilla, y me encanta, y apasiona, ir mirando todo el rato para abajo, y ver la tierra desde el cielo, y aquella carretera, y ese puente, o aquel barco?… y ahora este giro para acá o este otro para allá, o ¿porque me encanta ver la pista de aterrizaje, al fondo, con el avión a 45 grados de inclinación lateral, y justo en ese jodido momento en el que los otros se preocupan, yo me encuentro plenamente seguro y feliz? Si es que no me comprendo ni yo, lo que yo te diga.
Por ejemplo: si soy médico ¿porqué tengo un especial rechazo a las series de películas de médicos?. He sido incapaz de ver cualquiera de las muchas que,   de ese tipo, hay en televisión. He visto, sí, medio capítulo de cada una, puede ser, para ver de que van, por eso de estar informado, pero confieso que, a la media hora, he desistido siempre. Sí me gustó, la película que se hizo sobre la novela de Tiempo de Silencio, de Luis Martín Santos, con un Imanol Arias muy bueno en su papel. Pero esas de Hospital Central, Emergencias, Médico de Familia, etc., como que me dan grima, y soy incapaz de verlas.
Yo no soy de televisión, y creo que, si la tengo, es por las noticias, que a eso si soy adicto, pero salvo para eso, poco la uso. Mi hobby es la radio, aunque me cuesta oírla un montón por lo que me limita, porque encima, una peca más al montón de lunares que tengo, me confieso incapaz de poderla oír si estoy haciendo algún tipo de actividad intelectual en paralelo, como estudiar, leer el periódico, o escribir, porque me distrae y no me centro. Sólo soy capaz de compaginarla con las labores domésticas, o las puramente “obreras”.
Total, que a fuerza de conversaciones con colegas, “que venga, que lo tienes que ver, que es un tío fenómeno”, y no se cuantas presiones subliminales más, unidas a mi propia curiosidad por su éxito, he cedido dos días y he picado. Lo confieso, he visto House. Que horror y qué bodrio. Nunca más.
Qué pasa ¿es que en Estados Unidos no hay PAIME? Pero hombre, por dios, pero si el colega ese está pidiendo, a gritos, que el programa de atención integral al médico enfermo (PAIME) lo recoja para reciclaje, coño, que lo necesita más que el comer. Vamos, que verlo, me apena. Y me cabrea. Pero el raro debo ser yo, porque conozco a un montón de compañeros, a los que les encanta el susodicho. Oye, y que lo ven con pasión, que los martes a las diez, que nada les moleste, que tienen que poner la Cuatro para gozarlas con él.
Bueno, vale, puedo comprender que quizás el House médico, represente en la escena, al tipo de médico que a ellos le gustaría ser en la vida real, para lo que les faltan las gónadas correspondientes, y de ahí su rara identificación con él. O tal vez admiren en él, la tara de asocial que tiene, o el desparpajo con el que muestra a sus pacientes su mal carácter, su falta de sensibilidad moral, sus sentimientos de víctima del sistema, o incluso que le envidien, en su papel de médico verdugo. No lo sé, pero que sí, que pueden tener razón, y sentirse representados por esa especie de médico tarao, que las goza tratando, de entrada, a patadas a los pacientes, sobre los que vomita sus propias frustraciones personales, su cojera, su adicción a la codeína, su intransigencia, o su irritante falta de empatía. Vamos, que la serie dibuja a la perfección al típico colega, borde donde los haya, incapaz siquiera de dejar entrever resquicio alguno de su lado humano, que digo yo que lo tendrá, que es arrogante con los compañeros, irrespetuoso con todos, e incluso, insolente consigo mismo. Y encima, para irritar más, es un médico fumador, que le pega al codo de vez en cuando y juega al póker. También son ganas de joder, no me digas. Lo que no me explico es como, a estas alturas, no habrá salido ya medio ministerio de sanidad a la palestra, en plan Cruzada, con La Salgado al frente, partidaria como se manifestó en su día de que, en Estados Unidos e Inglaterra, mutilaran hasta a los mismísimos Tom y Jerry, en sus dibujos animados, en las escenas de hace 50 años, en las que ambos, aparecían fumando. Pero todo se andará.
En fin, que puedo comprender que algunos colegas, que están rallaos del coco, soterradamente se identifiquen con él, y muestren su admiración por semejante cretino, quizás como forma abyecta de hacer emerger parte de su, propia e incipiente, psicopatología.
A otros colegas, creo que lo que les reconforta de la serie es su, virtual e ilusoria, omnipotencia. Les gustaría ser House, no ya por su agrio carácter, si no porque, de Dios abajo, en la tierra el único médico infalible es House. Los demás colegas, como mortales e ineptos que somos, metemos la pata a diario, en montones de pequeñas cosas. Yo, ni te digo, sin ir más lejos. Pero él, en sus capítulos, demuestra que sabe un montón de medicina. A mi muchas veces, me es muy difícil seguirlo, cuando no es que me deja alelao, ya de entrada, con sus creíbles, pero para mi insospechados, diagnósticos diferenciales. Y me digo ¿cabe tanto  saber médico en una sola cabeza humana?. Ostras, que envidia, tú, que tío. Aunque desgraciadamente, la verdad, no he conocido ni visto en mi vida a un House, de esos de carne y hueso, tal vez exista. Con los de su equipo, es capaz de hacer de todo, de interpretar todo, de diagnosticar todo, de sanar todo. Y a lo que se le resiste, lo etiqueta de entrada como mortal de necesidad, se raja, lo da por perdido, y lo de consolar al enfermo, pa su abuela, que con esos menesteres el no pierde el tiempo, faltaría más. Que clarividencia más insana oye. O envidia cochina la mía, de lo limitadito que me sé. Vale, pero ¿y eso es como para admirar al personaje en cuestión?. Me topo yo con un colega como ese y, por mi padre, que se lo paso al PAIME para que se entrenen, que ese tío suelto, la prepara a la menor, que es un fulano más peligroso que una pistola cargada. House no es un médico, es un auténtico psicópata con ganas de gresca. Ese es de los que se creen que, la medicina, es como los cubos de Kulbric, donde cada color tiene que encajar a la perfección, y que tal ciencia que al unísono es arte, puede ejercerse con impermeabilidad absoluta para los sentimientos ajenos. Vamos, que realiza una especie de medicina donde, siempre, dos y dos, son cuatro. De esos colegas, no te creas, he conocido a alguno, sí, que tarde o temprano, ha terminado majara de atar.   
Pero lo que ya me es más difícil de entender, es que ¿cómo es posible que a ese personaje lo admiren también los pacientes? Porque oigo lo que se habla, sé lo que me digo, y no deja de resultarme curioso que, entre los pacientes hablen en tono de manifiesta admiración hacia él. Eso sí, siempre al final captas que, lo que verdaderamente les gustaría a todos, es que House, fuera el médico que le tocara en suerte… a su vecino, claro. A él ni de coña. Y le jalean sus gracietas despectivas, sus desplantes y sus broncas, con el deseo del que espera que se las hagan… a su vecino. Pero que perros y malos somos. O sea, lo mismito que atisbo cuando te llegan a la consulta y te sueltan eso de… “no sé como aguanta usted a todos estos que le vienen a la consulta, que mire que tiene la sala de espera… y le tendrán ya mareado, que no lo dejan en paz ¿eh?, que parece  que no tienen nada mejor que hacer a estas horas… y usted, venga a aguantar… si es que los tenía que mandar a hacer puñetas a todos… Bueno, doctor, vamos a lo mío…” O sea, siempre, más de lo mismo, los demás son los malos, los pesaos, y los varas, y el angelito que tenemos en ese momento delante, o sea él, es el bueno, el necesitado… Horror me dan, esos tipos. La misma grima que a House, que en eso sí, coincidimos de plano. 
Bueno, pues que, yo cuando me ponga malito, ya puestos a escoger, de House nada, ¿eh?, que prefiero que me toque de médico Hommer Simpson, que seguro que me dejará morir, el muy cabrón, porque sé que no tiene ni idea, pero… ¿y lo que me voy a reír, viéndole meter la pata con mi diagnóstico? Sólo se muere una vez, oye, y ya puestos, pues quiero que ese trance sea alegre, que la vida ya es lo suficientemente jodida y dura, como para que nos tomemos a la muerte en serio, y menos, con un tipejo al lado como House, al que le importarás en ese momento, lo mismito que a un querer.
Anda y que le den !!!


Correspondencia: entuerto@semg.es

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