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martes, 14 de febrero de 2012

Entre ancianos y abortos

 Por el Tuerto
Me dice que lo de la espalda ya está pasao, que va mejor. Lo que me trae de cabeza ahora es lo de la próspera, que me hace levantar dos o tres veces por la noche a orinar y además tengo para mí que por eso no puedo rematar bien con mi señora, y oiga,... mientras un hombre es un hombre, pues bendito sea Dios y así cien años dure, pero que cuando deja uno de serlo, está estorbando y lo mejor que puede hacer es empinar las punteras cuanto antes y listo.
Se llama Vicente, y para San Roque vendrán los hijos de fuera porque hace 82 años. Es natural y auténtico, como los tomillos del monte. Habla por derecho siempre, pero sin faltar a nadie, siguiendo toda la vida el consejo que le dio su padre. Y con tres dientes, uno arriba y dos abajo, salteados, cambiaos, se las arregla para comer como una motosierra.
Apenas sabe leer o escribir. Más que firmar, lo que hace es dibujar su nombre en los papeles, meticulosamente, letra a letra, tal y como le enseñó su hijo mayor hace más de 30 años. Por eso apenas lee, pero eso sí, por su transistor, que tendrá casi tantos años como él, con su funda requetesobada de cuero marrón, ha escuchado día a día, y retenido, todas las noticias del parte, desde siempre. Sin él, no sería nadie. Le cambia las pilas antes de que se le agoten, para que nunca se le quede mudo y le tiene cogido una especie de cariño paternofilial enternecedor, porque ha pasado más tiempo con él que con nadie. Es y ha sido su cordón umbilical con el mundo desde hace muchos, muchos años, cuando pasaba días enteros con el ganado en el monte sin bajar al pueblo.
Desde que se jubiló, lo compagina con los telediarios que, así se caiga el mundo, ve con una asiduidad y fervor cuasi místicos. Es crítico con casi todo hasta la acidez. Protesta por el tiempo que en ellos le dedican al fútbol, que le pone de los nervios, porque no lo aguanta, y a pesar de ello, tiene que soportarlo para ver al final la información del tiempo, que por el campo hay que estar a lo que digan, aunque no aciertan ni p´atrás.
Si por mi fuera, si esas cosas se decidieran por mérito y capacidad, le nombraría ahora mismo Catedrático Emérito. De la Universidad de la Vida. Sabe de todo, y tiene opinión de cada tema, razonada, sesuda y con criterio propio.
Mi portafolios, que es un maletón más que un portafolios, me pesa de más y como la conversación con Vicente resulta que ha surgido en el trayecto entre la puerta del paciente del aviso y el coche, aprovecho la ocasión y me siento un momento con él en el poyo de granito que tiene, desde sabe dios cuando, a la puerta de su casa.
No se como surge el tema, pero como tiene puesto el transistor y están hablando por enésima del Dr. Antinori, la conversación deriva hacia el tema de la clonación. Me pregunta mi opinión de lo del médico ese, que tiene que estar más loco que el Genaro. No me diga hombre, si lo que tenían que hacer con él es encerrarlo en vez de tanto hablar, tanto hablar. ¿Conoció usted al Genaro?. Bueno, pues ese quería cruzar patos con gallinas, y en vez de gallo, las tenía un pato. La mujer no hacía vida de él. Ese estaba levantao de la cabeza, aunque no hacía mal a nadie, oiga, que era inofensivo. Pero al Antinori ese, había que encerrarlo y tirar la llave. ¿O no?.
Parece quedar a la espera de una respuesta mía que no le doy, porque no la tengo. Paso de puntillas sobre el tema, sin comprometerme, porque es tarde y tengo que comer pronto, que a las tres entro de guardia. Lo lamento porque las estoy gozando con su charla. Mira que es una conversación con un anciano... a cualquiera que se lo cuentes...
Eso es una sinrazón, hombre, como casi todo hoy día. Mire que ayer tuve que ir al herrero a por unas barras de hierro, de esas de los forjados, porque a ver si no como sujeto los pies de las judías, y no es lo mismo, no señor, que toda la vida las pusimos con varas de fresno o de negrillo, pero ahora como ya no los hay... Y en vez de plantar nogales, fresnos, encinos, o robles, vienen y ponen arbolitos de esos que viven diez años y se secan. No me diga... ¿qué les va a quedar a los que vengan detrás?. Ni monte ni ná de ná.
Me callo y le miro y de él al suelo, pero tiene más razón que arrugas en la cara. El sigue con su discurso de corrido, al tiempo que mete la mano bajo la gorra para rascarse a mitad de la cabeza.
Y lo del clonar... es que no lo entiendo. ¿Es que hay algo malo en que el toro monte a las vacas?. ¿Pues a cuanto va a salir cada novilla de esas clonadas?. Yo ya no conoceré la metad de las barbaridades esas, pero usted que es más joven... no le arriendo la ganancia. El otro día salió eso de las parejas de mujeres, que van contra natura, y ahora encima, se embarazan a parejas en una clínica porque dicen que tienen derecho a tener niños. ¿Derecho?.  Digo yo que porqué tienen que hacer al niño con materia de unos tíos, que también tienen que estar mal de la cabeza, que van allí a dárselo moviéndosela, luego lo congelan entre humo, que lo vi en el telediario, y después un médico se lo mete por sus partes. Eso está bien para las ovejas, que con el veterinario así logramos que pargan todas con melgos, pero para las mujeres no, que eso tiene que ser a lo natural, hombre. Los médicos no están pa´eso. Y ahora ese loco, quiere hacer niños igualitos unos a otros. ¿Pa qué?.
Me miento a mi mismo diciéndole que los tiempos cambian, que a lo mejor hay que aceptar cosas nuevas... y me corta en seco. Me mira frunciendo el ceño y por un momento duda si continuar. Juraría que se está replanteando mi supuesta cordura.
Pero ¿cómo?. ¿No vio lo de la manifestación de Madrid?. Su mirada es una mezcla de cólera y escándalo. Dicen que había doscientos mil, hombres con hombres y mujeres con mujeres. Eso no está bien. Ahora los llaman gays. No se porqué. Oiga, siempre los ha habido, y aquí también, pero las desgracias se tapan, que tampoco hay que ir presumiendo de ellas delante del personal, vamos, digo yo. Y se vuelve a mirarme. Espera un asentimiento que no llega.

Por la tarde, la guardia discurre tranquila. Voy a un aviso, a treinta kilómetros del centro, para un paciente con una miocardiopatía tan dilatada, que ya no da más de sí. Está en las últimas. Después de secarse las lágrimas, una de sus nietas apoya el pañuelo, brazos cruzados, sobre su propia tripa, que le da brincos con los respingos del llanto. Tripa tiene como para reventar en cualquier momento. De 35 semanas.Unos que viene, otros que se van... (Julio Iglesias dixit...). En el camino de regreso al centro, pienso en la conversación con Vicente esta mañana, en la nieta embarazada del moribundo, y en más cosas.
Por ejemplo, en el “aprovechamiento” que se pretende hacer de los abortos legales. Eso si que traerá cola. Espero. Se habla poco de ello, porque de momento, no interesa que el tema se airee. De momento. Pero el tema está ahí. Primero hay que conseguirlo técnicamente, y luego, cuando sea factible, animar a la sociedad que lo demande, y legalizarlo. Actuar al revés, sería más arriesgado, levantaría más polémica.
¿Qué a qué me refiero?. Básicamente consiste, en el aprovechamiento de los abortos como hacen con los coches en los desguaces. Para “piezas” de recambio. Sin más. Terrible conversación de quirófano futuro: oyeeste corazón puede valer; de ese otro, páncreas y pulmones y los huesos largosy de ese...
¿Ciencia ficción?. No. No te lo creas. Abortos hay cada día más y las posibilidades técnicas lo permitirán en breve. Solamente se trata de conseguir “cultivar” órganos inmaduros hasta que sean plenamente funcionantes y trasplantables. Juego de niños, porque multinacional que invierta en el tema, sabe que el rendimiento está asegurado de antemano. Después, lo de encontrar clientes, es coser y cantar, porque demanda hay de sobra. Cuando esté a punto la cadena de producción, el tema saltará a la palestra.
El paso intermedio, lo de amortiguar la conciencia de las masas para que lo acepten como algo lógico, moralmente lícito y además deseable, no dará muchos problemas. Eso sí, habrá que idear una buena campaña publicitaria, exaltando la gran ventaja que supondrá para salvar vidas, dar calidad de vida a los enfermos crónicos, evitar sufrimientos, o el enorme ahorro que representará para el erario público. Pero eso tampoco es difícil. Siempre se pueden encontrar a un par de premios Nóbel, semijubilados,  con la cabeza ya pasada de vueltas pero con renombre, que lo justifiquen a cambio de unos honorarios adecuados y ayuden al lavado colectivo de conciencias.
¿Qué se hace actualmente con los productos obtenidos de los abortos legales e ilegales?. ¿Quién controla el destino final de toda esa enorme cantidad de cuerpecillos?. ¿A dónde van?. No lo sé. Por eso no lo digo. Y me gustaría saberlo. ¿Tu lo sabes?. 


Correspondencia: eltuerto@semg.es

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